Por lo demás, ha sido una verdadera gozada encontrarme el lugar prácticamente igual que cuando me fui. Y es que a mi sentir, Ciudad Real es una ciudad a caballo en todo con tintes más amables que crueles, ¿qué le parece a usted?
Eso sí, me topo con la ignorancia y las contradicciones del lado más cateto de este lugar y me entran ganas de tirarme de los pelos. Parece ser que la policía local sigue sin querer enterarse de que hay una cosa completamente legal que se llama “tabaco de liar” y que, desde hace ya unos añitos, a un buen número de la población le ha dado por fumar por motivos varios.
A poco que uno se fije y afine el olfato, las diferencias entre uno de estos cigarrillos y un porro son más que evidentes. Por supuesto, no se le puede exigir a todo ciudadano de a pie que sepa distinguir estos dos objetos para evitar así las miradas reprobatorias que tanto nos gusta dedicarnos a los unos contra los otros. Pero no estaría de más que el cuerpo de la policía estuviese un poco documentado y contemplase las dos modalidades: con y sin. ¡Como la cerveza!
Pero errar es de humanos, bien lo sé, y, además, por encima de la dignidad del fumador (de “con” o “sin”) está la ley. Por eso el policía de turno te hace levantar del césped del Torreón para examinar tu pitillo mientras te mira de arriba abajo pensando “si fueses hija mía te tragabas el cigarro” y tú te levantas con plena satisfacción mientras pronuncias la frase que, ilusa de ti, crees te concederá la corona de laurel: Es tabaco de liar, le dices con media sonrisa. Pero a él no se la dan con queso, no, él es todo un policía local. “Sí, claro, tabaco de liar…”. Tu corona de laurel sigue tan intacta como su ignorancia y entonces sólo te queda aguantar el rapapolvo. Él tiene sus dudas acerca del contenido de tu cigarrillo, es más, puede que llegue incluso a asumir que la ha cagado pero, eso sí, nunca lo confesará. Tú lo sabes.
Entonces su mirada de desprecio hacia ti irá en aumento mientras sus pies harán un ligero ademán de dar media vuelta. Ahí es cuando él se dirá que la cosa no puede quedar así. Sacará pecho, terminará el giro que sus pinreles han comenzado hace unas milésimas de segundo y te dirá: Está prohibido sentarse en el césped.
La policía no es tonta (no toda) y yo no he aparecido en sus pantallas para decir lo contrario. Unos lo sacan a la luz más que otros, pero dentro de cada uno de nosotros habita un pequeño incompetente para según qué cosas… Qué le vamos a hacer.
En fin, yo les vine a contar este ejemplo tan real como frecuente por referir de alguna manera ese punto cateto que también tiene Ciudad Real. Con todo, “venga si quiere, hay aquí tanta noche para nosotros”.
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