Gracias al impulso cierto de Jacques Delors, la unión económica y monetaria alcanza un nuevo estado de desarrollo con la creación de la moneda única, el Euro, que este año cumple pues su décimo aniversario. No se podría entender una unión económica y monetaria sin un referente como la moneda única, y no como simple unidad de cuenta, sino como una divisa tangible que otorgase estabilidad, unidad, garantía y confianza al sistema.
El hecho de que los Estados que incorporasen la moneda única debieran cumplir con unos criterios de convergencia nominal en materia de inflación, deuda y déficit público, estabilidad de tipos de cambio y de interés garantizaba, desde un primer momento, la fortaleza del sistema.
En la actual coyuntura económica mundial, la fortaleza de esta unión económica y monetaria ha sido testada y ha puesto de manifiesto la importancia de una respuesta coordinada.
En cualquier caso, la falta de dinamismo de la economía precisaba de nuevas respuestas, un impulso público, y es ahí donde los Estados Miembros han demostrado que pueden actuar juntos cuando es necesario; así, el Consejo Europeo del pasado diciembre dio el visto bueno al Plan de Relanzamiento de la Economía Europea -presentado unas semanas antes por la Comisión Europea- con un estímulo fiscal de 200.000 millones, aproximadamente el 1,5% del PIB comunitario.
En cualquier caso, esta crisis también ha puesto de manifiesto la necesidad de una actuación ágil por parte de las instituciones y organismos comunitarios. En este sentido, creo firmemente en las potencialidades que nos ofrece el Tratado de Lisboa, un nuevo marco legal e institucional que permitirá adaptar los procesos a una nueva realidad, la Europa a Veintisiete. No debemos olvidar tampoco que este Tratado generaliza, como procedimiento para la toma de decisiones, la co-decisión, un procedimiento en el que el Parlamento Europeo adquiere un papel protagonista convirtiéndose en auténtico co-legislador junto al Consejo de la Unión Europea.
Esta circunstancia es hoy especialmente relevante, puesto que este año se celebran elecciones al Parlamento Europeo, no debiendo olvidar la importancia que las elecciones tienen para la construcción del futuro de la Unión. Tal y como sugiere el lema – “Tu decides” – elegido por el Parlamento Europeo en su estrategia de comunicación, la opinión de los ciudadanos, expresada a través del voto, determina qué tipo de Europa queremos para el futuro, de ahí la importancia de la cita electoral del próximo día 7 de junio.
Este año 2009 es, además, particularmente importante para España que debe prepararse para hacer frente a la gran responsabilidad que asumirá a partir del 31 de diciembre, y a lo largo de todo el primer semestre de 2010: la presidencia semestral del Consejo de la UE. España asumirá por tercera vez en su historia la presidencia del Consejo, teniendo que hacer frente a retos tan importantes como la implementación del Tratado de Lisboa, el inicio de una nueva legislatura en el Parlamento Europeo y los primeros pasos de una recién formada Comisión Europea. En este sentido, Gobierno y Administración española ya trabajan activamente con Bélgica y Hungría, los países que sucederán a nuestro país en esta responsabilidad, para preparar los trabajos asociados a la citada representación institucional.
En cualquier caso, las regiones españolas han adquirido también un papel protagonista en este ámbito, al abrirse –en 2004– determinadas formaciones del Consejo de la UE a la participación autonómica. Esta participación activa en el proceso de toma de decisiones por parte de las Comunidades Autónomas está suponiendo un desafío importante, pero al tiempo muy estimulante para nuestra región, que ya ha tenido la oportunidad de representar a todas las Comunidades Autónomas en las formaciones del Consejo de medio ambiente y de sanidad; además, durante este primer semestre de 2009, también asume la representación autonómica en las áreas de educación, cultura y agricultura. Creo que esta experiencia como miembros integrantes de la delegación española enriquece el proceso y contribuye a hacer más Estado y más Europa, una Europa que cada vez se entendería menos sin sus regiones o sin sus ciudades.
Volviendo a mi reflexión inicial, no me queda sino concluir que este año, difícil para muchas personas que han perdido su empleo, y que nos recuerdan la verdadera cara de una situación de crisis, más Europa significa esperanza, más Europa significa confianza, más Europa significa más acción, más recursos, más empleo y que, juntos, los europeos hemos demostrado que queremos y podemos superar, trabajando todos juntos, la coyuntura en la que nos encontramos. Siendo 2009 el Año Europeo para la creatividad y la innovación, esperemos que el trabajo conjunto basado en estos dos principios rectores, nos permitan seguir consolidando esa gran casa en la que vivimos todos los europeos y que se llama Europa.
