El pasado lunes, justo hace una semana, me mandó un email una persona de Daimiel (Ciudad Real), que me daba cuenta de algo que había pasado en su localidad. Al parecer, y según cuenta Antonio Díaz Gómez, el alcalde socialista de Daimiel, José Díaz del Campo, no quiso estar presente en los primeros momentos del pregón de Semana Santa, ya que la Junta de Hermandades iba a leer un manifiesto en contra del aborto. Parece ser que el alcalde entró al pregón una vez leído el manifiesto en cuestión.
No voy a opinar demasiado sobre este asunto concreto, ya que no veo mayor problema en que un alcalde se ausente total o parcialmente de un acto al que no está obligado a acudir. Sin embargo, y dado que esa actitud sentó bastante mal a más de uno, me ha parecido oportuno reflexionar sobre una cuestión. Y es que son muchos los actos, ceremonias y acontecimientos en los que los ciudadanos (y los propios organizadores de estos eventos) consideran indispensable la presencia de sus políticos.
La verdad es que nunca he terminado de entender esto, ya que no comprendo a qué se debe ese interés por que el político esté presente en según qué cosas. Sin duda es una opinión muy personal, pero considero que este tipo de detalles (no obligaciones) están totalmente sobrevalorados, e incluso me alegro cuando no acuden a sitios a los que no tienen por qué acudir. Muchas de las manifestaciones y actos a los que acuden los políticos tienen un tremendo trasfondo ciudadano, y por ello deberían ser los ciudadanos los auténticos protagonistas. Hay acontecimientos en los que los políticos no pintan absolutamente nada. De hecho, los propios organizadores quizá incluso deberían reivindicar el carácter ciudadano de su iniciativa y celebrar que ningún político se pase por allí a reivindicar un protagonismo que no le pertenece. Sin embargo, en ocasiones todos pecamos de exceso de celo y valoramos la importancia de algo en función de cuántos políticos se den cita por allí, con lo que si participamos en algo exigimos que el gobernante de turno se acerque a verlo.
Obviamente, si un político viene no le vas a cerrar las puertas, ya que en la mayoría de ocasiones a lo mejor hasta te ha dado una subvención, pero yo, personalmente, me alegro cuando un colectivo saca adelante una iniciativa reclamando su carácter ciudadano y rehuyendo cederles a los políticos un protagonismo que en ningún caso merecen.
Y es que a menudo nos empeñamos en que los políticos pongan la cara incluso cuando la iniciativa sale del seno de nuestra ciudadanía.
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Carlos Otto – http://ottoreuss.blogspot.com