El ciervo donante emerge así como figura de nueva mitología frente a la caída de diosas monetarias en los mullidos cendales de la red pública. Me gusta mi tierra porque se cuida de la vaca berrenda y de que el cérvido banco de semen sea una garantía de preservación de la especie, aunque de esta gestión naturalmente científica, se desprendan también fines cinegéticos, actividad muy noble y loable y muy cara, que de vez en cuando se lleva a algún ministro por delante. La actualidad tiene pliegues más allá de los focos principales, es mucho más rica que los monotemas del monotema.
Un buen banquero seméntico sería el Tío de la Vara, ya puestos, teniendo en cuenta sus conocimientos agrarios y sus encuentros y desencuentros con el vecino de huerta. El Tío de la Vara, superhéroe remedo del tomellosero El Gañán Enmascarado, velaría por la buena gestión del Banco con el método que suele exhibir cada semana y que curiosamente no ha suscitado aún las críticas de los vigilantes de la playa correcta: una buena tunda de palos como el mejor correctivo justiciero para enderezar conductas.
Así que con la ingeniería cérvidogenetica del futuro, el cuidado de la vaca berrenda, el humor manchego (está de moda lo manchego) de José Mota, la reflexión sobre si el palo y tentetieso es constitucionalmente humorístico y el surrealismo de la Blasa hablando del Big Bang, vamos anotando las intermitencias livianas de la jornada. Abrir un banco de semen en estos tiempos de cajas destempladas es todo un hallazgo como que el futuro de Cabañeros está en los cojones del ciervo autóctono. Todo lo demás es previsible, demasiado previsible.