El agua es un bien estratégico de tal magnitud que sólo se puede gestionar desde el Estado. Las tensiones entre autonomías -amenazas de recursos a discreción- vienen dadas por la falta de un gran consenso general, cuya carencia facilita la creación de taifas estancas, que van más allá incluso de las aguas estrictamente interiores de cada comunidad. Los murcianos y valencianos han demostrado una penosa ingratitud hacia una Comunidad que ha sido – es- el brazo de mar dulce del que se han abastecido durante décadas para tomates y hoteles en primera línea de playa, mientras la cuenca cedente es una surrealista convidada de piedra.
Lleva razón el presidente Barreda, en esta cuestión, cuando dice que nuestros vecinos además de manifestarse contra el Estatuto del vecino deberían al menos estar agradecidos. Castilla-La Mancha no es una comunidad autónoma menor, que se ningunea a rebufo de una competición entre territorios hasta el punto de dictarle sus normas desde despachos en el litoral.
España necesita con urgencia un Plan Hidrólogico de amplio consenso que abastezca a todos con las mismas garantías porque no estamos hablando de lengua, cultura, identidad y otras minucias, sino de agua. Murcia, Valencia y Andalucía se han tomado el derecho de asediar antipáticamente la charca de la que se abastecen, cuando el Estatuto de Andalucía (articulo 50) blinda el Guadalquivir y lo hace intrasvasable.
También hubo intereses políticos en la manifestación del otro día: los socialistas e IU la apoyaron para no quedar aislados social y políticamente, mirando los votos regionales, y los populares con la vista puesta en los votos regionales… y los nacionales. Los aragoneses, por su lado, encantados con el trasvase… del Tajo. Y en el territorio asediado, los mismos asediados mantienen las diferencias y se resisten a acudir juntos con enmiendas comunes y asumidas antes de la reunión de la Comisión Constitucional del día 1 de abril, por calculada estrategia política.
Los populares retoman el argumento de que todos estos lodos vienen de los polvos del PHN derogado (con razón) y consideran que un Estatuto salido con parabienes de las Cortes Generales sería casi un éxito personal de José María Barreda, mientras que un Estatuto abortado, como el PHN, les supondría un nuevo frente por donde avanzar en su camino hacia Fuensalida. Esta España tan singular de tan plural necesita cambiar el chip y pensar en Estado. Hasta que no superemos nuestro atávico sectarismo que lo impregna todo, y asumamos que hay cuestiones que han de ser, incluso jacobinamente gestionadas, nunca dejaremos de ser un país… diferente.