Habida cuenta de que se ha producido una notable homologación en el bienestar y el conocimiento, el concepto provinciano ha sido superado por el curso de los acontecimientos en tanto que ser de provincias sigue manteniendo la certeza de lo irremediable. Hace apenas un par de décadas, la distancia social y cultural, que no espacial, entre provincias y Madrid, e incluso de las grandes ciudades españolas con respecto a la capital, era tan notable que el viajero llevaba perfectamente simbiotizado su doble condición de ser de provincias y provinciano, ropaje del que se iba deshaciendo a medida que se zambullía en la jungla urbana.
Pero hoy un chico de 17 años de provincias puede recalar en la Villa y Corte sin el alien provinciano de toda la vida. Paradójicamente en esta imparable globalización, se está produciendo el fenómeno contrario: la tendencia hacia la provincianización desde puestos relevantes del reconocimiento universal, verbigracia Pedro Almodóvar con Calzada de Calatrava, Antonio Banderas con su Málaga semanasantera y más recientemente Penélope Cruz y su reivindicación de Alcobendas.
Hoy en cualquier provincia puede asentarse cualquier institución laureada, máxime si tenemos en cuenta que España ha evolucionado desde un ranquing de provincias (donde lo provinciano era proporcional al caciquismo más señoritingo) a otro de comunidades autónomas, bastante más antipático que su casposo predecesor. Pero ese distanciamiento afectivo entre las partes de la tarta nacional es debido a la gestión del hecho autonómico más que a los desafectos intercomunitarios de la sociedad civil.
La rivalidad entre los vecinos de Villaconejos de Arriba y de Abajo tenía en el fondo una entrañable antropología de la que carecen las rivalidades entre comunidades autónomas alimentadas por el nacionalismo excluyente cuyo rebufo es aprovechado por la clase política autónoma. Por eso, en algunos aspectos, el partido de Rosa Díez está tan impregnado de sentido común que resulta tan sorprendente como incorrectísimo. Pero en fin, quedémonos con ese fenómeno que reivindica lo local desde lo global que hace posible que tipos mundanos devengan en paletos y otros de provincias en verdaderos aldeanos de la globalidad; o que sedes del mundo Dios puedan instalarse dentro o fuera. Otra cosa es el porqué de las cosas, pero esto es otra historia.