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Una caja de ahorros es una entidad de crédito similar a un banco, con la diferencia de que tiene entre sus objetivos el interés público”. No hace falta ser un lumbreras para saberlo, ni haber sido de sobresaliente de nota media. Además, para estas cosas, ya está la
Wikipedia. Y teniendo el concepto claro, miren a
CCM y díganme si es caja o banco… más bien parece un ente raro porque, aunque explicarlo no sea ya necesario, su interés se centra en el de políticos y grandes empresarios.
Temiendo que, de algún modo, pudiera causar alarma, escribo estas líneas con pena, pero qué podemos hacer los
gorriones si no tenemos más arma que la pluma, o la tecla, al servicio de lo que corre por nuestras venas. Pena, la que no sintieron los que sin pudor especularon con nuestro futuro, los que con su avaricia ofendieron al fario, los que con ansia lasciva arriesgaron ahorros y sueños ajenos en pro del incurable vicio del beneficio extraordinario.
Ahí están las noticias publicadas por El Mundo, la telaraña de rumores de fusión con Ibercaja, los silencios de la servil prensa y los pescozones de esa madre encabronada, llamada Banco de España.
Para quien no quiera verlo yo se lo cuento: quien la bautizó en el 92 con el eufemismo para borregos Caja (de) Castilla-La Mancha, en realidad quiso decir Caja de los Caciques Manchegos. Balemos pues, conciudadanos, si es para lo único que valemos, pero no olvidemos que mientras lo hacemos, trabajadores de la caja y vecinos nuestros, pagan con incertidumbre la inmoral podredumbre de quienes con vil esmero, rinden culto al poder y al dinero. Ni que decir tiene que a tamaña vileza también quedan convidados aquellos que, ahora, sabiéndolo, miren para otro lado.