Pues qué, ¿se lo toman a chacota? ¿Creen que estoy turulato? ¡Venga ya! Si nunca nos vamos a ver en otra: la oportunidad la pintan tan calva que reluce como el oro. Está ahí, tentadora como una meretriz, al alcance de cualquiera que le eche un par, más sonriente que nunca, húmeda por poseer al amante valiente. No tienen sino mirarse en el espejo de los grandes prohombres que gobiernan nuestras vidas, de los avezados aguilillas del vil metal, de los más sesudos encorbatados que rigen nuestra moral, nuestras buenas costumbres, y nuestra economía.
Ahí tienen a los políticos, a los altos cargos de nuestro Gobierno regional que se ayudan unos a otros con caridad evangélica y con cargo a los presupuestos que todos pagamos. Tomen ejemplo, y hagan como ellos: según un reciente informe del sindicato CSI-CSIF, “todos los altos cargos de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha siguen cobrando del erario público castellano-manchego sin ningún pudor”.
Al parecer, y según el sindicato, la anunciada austeridad del Gobierno de Castilla-La Mancha se ha quedado en un embeleco: “la reducción de las consejerías, de catorce a diez, tan sólo ha supuesto un lavado de cara para engañar a los castellano-manchegos, pues todos los altos cargos salientes, excepto uno, y sus colaboradores, continúan ligados al presupuesto regional, en empresas públicas, fundaciones u organismos próximos al gobierno de José María Barreda”. ¿No sienten un estremecimiento ante esta conmovedora vocación de solidaridad que sirve de escarnio para los egoístas que sólo piensan en salvar su propia horcajadura? ¿No se sobrecogen ante este encomiable paradigma de compasión que debiera ser imitado por las generaciones venideras…?
Pero si la política no es lo suyo, y le pica el gusanillo del mundo empresarial, dedíquense al ladrillo. En épocas de bonanza se lo llevarán crudo especulando con los precios, y aprovechándose de la avaricia de unos clientes dispuestos a pagar un Potosí por una conejera, con tal de engañar al que venga detrás. Pero en periodos de crisis, oh, con la crisis… Entonces las ventajas se multiplican: podrán mantener sus negocios migrando sus actividades a países emergentes. Y, para engordar más la saca, podrán plañirle aquí al Gobierno regional para que les pague las obras en razón de ese esperpento tipológico denominado “viviendas público-privadas”; o camelarse a los gobiernos nacionales y municipales para que les desvíen parte de esos 8.000 millones de euros del Fondo Estatal de Inversión Local, y de los cuales las constructoras serán las principales beneficiarias a largo plazo.
¿Qué les aburre el ladrillo? No se acongojen, aún hay salida: la Banca está esperando radiante como la novia del rey Midas. Sólo tienen que aprovechar las inyecciones de liquidez que el Gobierno está destinando al sector para incrementar sus beneficios y encubrir las rapiñas del pasado. Y todo con el irresistible atractivo de que, a cambio, no será necesario levantar lo más mínimo las draconianas condiciones que ahora se imponen a particulares y pymes para conceder créditos y avales. No lo olvide amigo… ¡La banca gana!
Las grandes empresas y las multinacionales, arquetipos de buen rollo, las niñas bonitas de la publicidad televisiva, las de los proyectos solidarios, las de la conciliación de la vida familiar con la laboral, y etcétera, también lo hacen muy bien, ERE que erre, con esos grandes directivos, cirujanos de hierro que depuran el cáncer del exceso de trabajadores bajo la justificación de la terrible situación que atravesamos… Después, claro está, de haberse atiborrado los bolsillos en tiempos mejores con copiosas ganancias.
Y es así, mi sufrido lector, cómo precisamente los causantes del descalabro monetario, gobiernos, construcción, multinacionales y banca, son los laureados por el triunfo de la prosperidad o, al menos, los más beneficiados por las ayudas. Mientras, el funcionario verá sus sueldos congelados; el currela por cuenta ajena dejará de cobrar con puntualidad, si es que no es despedido; y la pequeña empresa se verá cada día más asfixiada por el inmisericorde bucle de los impuestos.
Avisado, pues, está usted. No sea melón y espabile. Y que quien tenga ojos que vea. Y que a quien Dios se le dé, San Pedro se la bendiga.