Hace tan sólo unas semanas, un señor de no menos de 60 años apareció en Mountain View (California) y se hizo con el control de la empresa, eliminando automáticamente la sala de juegos de Google, el restaurante de tapas, las máquinas de snacks gratuitos o la piscina de bolas, a la vez que cambiando los pantalones vaqueros de los empleados por el rudo traje de chaqueta, instaurando un férreo sistema horario mediante el que hay que fichar cuando llegas y cuando te vas y poniendo a todo el mundo a trabajar con Windows 95.
Sólo así se puede entender lo que está pasando en esta compañía, que la semana pasada abandonó el desarrollo de Google Video, Catalog Search, Notebook, Jaiku y Dodgeball debido a su escasa rentabilidad. Y la cosa podría ser peor, ya que hay muchos internautas que se hacen eco de un temor general a que Google pueda suprimir mañana el desarrollo de otras herramientas mucho más valiosas como Google Reader, por ejemplo, si la compañía decide que ha dejado de ser rentable.
En realidad parece que poco o nada podemos reprocharle a una empresa que deja de ofrecer un servicio, ya que no podemos pretender que siga ofreciéndolo si eso le va a causar pérdidas. Sin embargo, parece que con Google era distinto y nos habíamos hecho a la idea de que siempre iba a estar ahí. Aunque también es cierto que la propia compañía fue la primera que alardeó de que siempre estaría ahí, y de que todos los usuarios podríamos ejercer una informática online sin miedo a que nuestros datos se perdieran o nuestras aplicaciones dejasen de desarrollarse. Por otro lado, además, en Google fueron los primeros que alardearon de no ser una empresa normal, sino de ser una empresa al servicio de factores muy importantes, como el avance y el desarrollo tecnológico. Y es que si Google dejase de ofrecer mañana todos sus servicios, la cosa iría más allá del terreno del ocio y Google se habría cargado una de las principales vías y herramientas de avance científico que usamos a día de hoy. Y ese espíritu innovador y científico es el que ha desaparecido una vez que este señor de 60 años ha tomado las oficinas de Google y se ha hecho con el poder.
Y si no me creen, fíjense, si no, en lo que han hecho con YouTube. Obviando la mojigatería de la que siempre han hecho gala a la hora de eliminar según qué vídeos más o menos subidos de tono (el de Pereza ha sido el último ejemplo), YouTube acaba de adoptar una medida inédita: y es que cuando el portal encuentre un vídeo que de un modo u otro viole los derechos de autor de una discográfica, automáticamente eliminará la pista de audio y dejará al vídeo mudo.
Como decíamos antes, no podemos (o quizá sí) echarle la culpa a Google de prescindir de servicios que no son rentables, pero, ¿eliminar la pista de audio de un vídeo que ‘viola’ los derechos de autor? Antes lo que hacía era eliminar el vídeo entero, pero ahora nos sorprenden con que le quitan el audio pero nos dejan el vídeo. Mucho mejor, dónde va a parar.
Este tipo de decisiones son las que sorprenden. Al menos a mí me deja sin palabras que una de las empresas más innovadoras del mundo apueste por una medida que no sólo es absurda, sino que además resulta poco útil a tenor de las veces que intentaremos ver un vídeo cuyo audio descubramos que esté capado y tengamos que hacer una nueva búsqueda, con la consiguiente pérdida de tiempo y el más que lógico cabreo por parte del usuario. Como decimos, el mayor problema es, sobre todo, de economía temporal, ya que YouTube se llenará de vídeos sin gracia y pocos serán los usuarios a los que les haga gracia tener que repetir la búsqueda para no encontrarse con vídeos cojos. Y es que, además, francamente no entendemos el sentido de dejar ese tipo de vídeos que van a resultar poco útiles a los usuarios.
¿Qué pasa, que no los borran para que el usuario que lo subió no se enfade del todo? O, lo que es peor, ¿acaso no los borran para que el resto de usuarios veamos el castigo que se le ha impuesto y nos sepamos la lección para la próxima vez, como al estudiante que castigan a estar de rodillas en el patio para que todo el colegio lo vea y aprenda?
Lo dicho: unos métodos tan poco útiles, tan carcas y tan trasnochados que sólo podrían ocurrírseles a un señor de no menos de 60 años.