-Conoció en la infancia las grietas del secano y las interiorizó. Sabía que formarían parte de su vida, aunque ignoraba que sería por su ausencia y rareza en los venideros años.
{mosgoogle}El Sahara gritaba para quienes quisieran escuchar: “lejos de menguar, avanzaré hasta lugares jamás imaginados y los fondos marinos beberán las aguas, hasta que las arenas sean acariciadas de nuevo por el sol”.
Fue entonces cuando entendió que solo había dos opciones: o mimetizarse y fundirse con el terreno o huir lejos. Acudió al baúl donde guardaba los trajes de carnaval y comprobó que el amplio ropaje de tuareg, se le había quedado pequeño y ante la opción de encargar otro se dijo: ¿y porque no marchar al servicio militar y que me vista el Estado? Eso que me ahorro.
Y así fue, como protagonizó el cortometraje, que fue bautizado por el mismo como: “El renegado de los surcos”. Un día le vieron marchar las luces del alba y se difuminó en el horizonte, mientras el encargado de colocar las calles cada mañana le gritaba…¿pero “ande vas” cacho melón?
Y pasaron los años…
Clodoaldo Rocamora Fernández de Cordoba, navegaba en sus recuerdos infantiles, mientras conducía en dirección su trabajo.
El destino le había llevado a las tierras sublevadas, aquellas que jamás se dejarían desertizar, sino convertirse en mar. La lucha continua: el desierto, el mar… el ying, el yang, al que todos estamos sometidos.
Tachó mentalmente un día mas en el calendario… 34 días lloviendo sin cesar, eran muchos días.
Pensó una vez mas, en la única diosa que conocía: la madre natura, el hijo de esta “el tiempo que transcurre” y a sus cuatro nietos impuestos sin posibilidad de lucha: noche, día, LLUVIA… sol.
Por algún motivo, la tercera nieta se escribía con mayúsculas, era la favorita de la abuela y reinaba sin obstáculo ni alternancia alguna. Llovía desde arriba, en diagonal, lateralmente, incluso desde abajo, en forma de niebla que manaba de la carretera, los ríos, de las entrañas mismas de la tierra y ascendía de nuevo, para recomenzar el ciclo, proporcionando un aspecto tenebroso a los valles, casi anegados por los numerosos hijos de la reina del lugar, que montaña abajo, arrasaban con las vías de comunicación construidas por humana mano.
Ella, colocaba de nuevo los cauces donde habían de estar, sin contemplación alguna… 34 días sin descanso 34.
Fue entonces cuando a través del cristal de su auto, divisó a un grupo de escolares intentando cruzar la calle y observó alarmado que… sus cabellos habían tomado la forma de pequeños paraguas y casi invadido por el pánico, divisó tras sus mentones y bajo las orejas unos orificios que abrían y cerraban según respiraban los pequeños. ¡ Branquias, maldita sea…son branquias…. nos estamos adaptando al medio. Oh, reino de los gormiti, así que era cierto. ¡Me pido ser Carrapax, Rey del Mar, por si acaso! Dicho y hecho.
Sus manos pasaron a ser el primer plano y vio que unas finísimas membranas unían sus dedos, ante el asombro de unos enormes ojos de besugo (bueno , ya los tenia así de antes).
La piel tersa de unos antebrazos curtidos en el deporte, se había cubierto de ásperas escamas y fijándose en el retrovisor, divisó en su frente una etiqueta de “bonito del Norte”.
Aterrorizado, decidió darse la vuelta y llevar a su familia a las altas cumbres, para protegerlos de la inundación certera, pero cuando meditó sobre ello, diose cuenta que la cima de Covadonga estaba coronada por Enol y Ercina… lagos, precisamente lagos, que en ese momento ya debían ser mares desbravados colina abajo. La única opción es la cima del Naranjo de Bulnes,- se dijo- allí aparcó su nave Noé, él si que sabía. Menudo GPS .
Muy nervioso, pensó que debía dar la alarma urgentemente al 112 y avisar de lo que estaba ocurriendo. Divisó un Telecentro y decidió parar y escribir un pequeño articulo de aviso, destinado al gobierno de Asturica-Invicta-Jamás conquistada y casi inundada región, ahora llamada Conservera Pelayus-Neptuno S.A.
Cuatro títulos rondaban su cabeza… he de avisar al mundo y justo ahora no me visita la inspiración –pensó-.
¡Es que nunca lo hizo, besugo! –le recordó el blanco papel de Word, que le guiñaba un ojo en la pantalla-. En el exterior llovía.
“El sol, ese gran desconocido”, “Pies ¿pa que os quiero, habiendo aletas?”
¡No pares…lluvia, lluvia, no pares! y “Padre nuestro que estas en los cielos… la lluvia fina danosla hoy”.En el exterior, llovía.
Optó por… 34 dias de inv… infierno, pero cuando se disponía a escribir, dos enormes aletas se posaron sobre el teclado. Casi sin aire, pensó el llamar por el móvil, pero ¿cómo marcar sin dedos? En el exterior, llovía.
Optó por avisar a la encargada y se dirigió a la mesa, tras la cual se encontraba una atractiva trucha, con dos gambas por pendientes, que con suave y acariciadora voz le dijo: Hola, salmón..¿estudias o trabajas? Que ojos tienes, ladrón, digo…salmón. En el exterior, llovía.
El, con el ego crecido y yéndose arriba, contestó con “arhentino asento”: “Che piba, chevame a casa y hagamos pezqueñines. En el exterior… llovía.
Por algún motivo, en el cine de aquel pueblo, hoy se proyectaba la película titulada: "La metamorfosis" de un autor que había fallecido demente y arruinado, llamado Kafka y que escribía unas cosas muy raras y que jamás ocurrían. En el exterior continuaba lloviendo.