{mosgoogle}La última cifra de tres millones de parados nos tiene que hacer reflexionar y abandonar viejas banderías y políticas partidistas decimonónicas, emprendiendo un camino en común para sacar al país del atolladero en que se encuentra debido a nuestra crisis particular. A veces olvidamos que la burbuja inmobiliaria, el escaso peso de la tecnología y la investigación –un sector industrial en retroceso– así como la baja productividad, son señas de identidad nuestros, además de la propia crisis financiera, donde contamos hasta el momento con una situación privilegiada con respecto al resto de los países, aunque este sector está demasiado expuesto al ladrillo, lo que tendrá consecuencias nefastas para esas entidades y para todo el país.
Un panorama tan desalentador requiere políticas pragmáticas y con visión de futuro, aprovechando las oportunidades que toda crisis plantea para poner en marcha programas y planes que transformen el tejido económico del país, apostando por sectores que generen empleos estables, y una economía más dinámica e involucrada con las nuevas tecnologías, con la innovación y la investigación, con una industria más viable que incida en la productividad –España ocupa uno de los últimos puestos de los países de la OCDE– y en el talento, donde carecemos de planes de educación fiables, y de una universidad alejada de las necesidades de las empresas.
Si somos capaces de poner en marcha la negociación de un Pacto por la Sanidad para asegurar su viabilidad de cara al futuro, ¿por qué no puede plantearse la necesidad de ir a otro Pacto de la Moncloa –como el que se firmó en la transición, en una coyuntura económica, social y política muy mala– en la que se pongan los cimientos y las estructuras del país que queremos para las próximas generaciones? Es una oportunidad para que todos –partidos políticos, agentes sociales y empresariales– nos involucremos, llegando a acuerdos de largo alcance que permitan seguir con un modelo de sociedad del bienestar y den respuestas a los retos del envejecimiento, de la inmigración y, por tanto, al futuro de las pensiones, a la sanidad y a la dependencia.
Con políticas de parches, o confiando que nos lo solucionen otros, vamos mal encaminados. Así no lidera ni actúa un hombre de Estado, sino aglutinando, a través de la negociación y del pacto, a todos los que quieran participar de una forma activa en llevar a la nación a buen puerto. No podemos condenar a los jóvenes a la frustración ni a los adultos al desempleo, ni a los ancianos a la miseria. Éste es un país lleno de talento y con aliento de futuro.