El SNS es uno de los pilares del Estado del Bienestar, una de las bases sobre las que se asienta el desarrollo social de nuestro país, junto a las pensiones, la educación, y ahora –cuando pueda nutrirse de unos fondos económicos suficientes– la dependencia. Sin ellos no podría entenderse el salto adelante dado por nuestro país en el último siglo. Como todas las cosas, necesitan ajustes y adaptación a los tiempos para que permanezcan, con solidez y eficacia, como elementos integradores en una sociedad como la española y europea.
Estamos de acuerdo en mantener un diálogo permanente y continuo a favor de la modernización del sistema sanitario, adaptándolo a las nuevas corrientes socioeconómicas y a las necesidades del país. Hoy, más que nunca, se necesita un esfuerzo mayor y una visión de largo recorrido para afianzar las bases en las que se sustenta nuestro sistema público sanitario, por el bien de las siguientes generaciones, en una época de grandes cambios a nivel global. Sustraernos a ellas quizá sea condenar a muerte un sistema nacional de salud que sigue siendo la joya de la corona del bienestar de los españoles, pese a quien pese, siendo además una fuente económica de primer nivel para amplios sectores de nuestro país; pueden dar fe los laboratorios farmacéuticos o las empresas que empiezan a participar abiertamente en la gestión de las infraestructuras o en los hospitales. La Sanidad, según los expertos, está llamada a ocupar uno de los principales sectores de la economía de nuestro país a largo plazo, tanto por los puestos de trabajo que genera como por su implicación en el desarrollo tecnológico e investigador, en un país tan necesitado de todos estos parámetros que impulsan el desarrollo y bienestar de nuestra sociedad.