La imagen de nuestra Justicia de papel, en papel, se hacen los asuntos, se archivan y se copian, cual vuelva usted mañana, es también la de la falta de voluntad política de los gobiernos sucesivos de reformarla en profundidad y de una vez y para siempre que es como se hacen las cosas y no chapuceando para superar la coyuntura que luego ya veremos. Puede que la secretaria del caso de la niña que secuestro, violó y asesinó un mal nacido sea la cabeza de turco y que el juez titular se vaya de rositas con una multa de las que dan ganas de no pagar por lo breve de su cuantía, pero la Justicia necesita que alguien se arremangue, y la ponga de un plumazo en el siglo XXI, empezando por la reconsideración de su traspaso a las CCAA, aunque parezca un dislate. La experiencia nos ha puesto frente a nosotros mismos. Aplaudiendo la descentralización administrativa y política del Estado, también es cierto que la alegría a veces irresponsable con la que nos hemos descentralizado, nos ha llevado al caos más que al orden democrático, más a la creación de cortes palaciegas que a un acercamiento efectivo y de calidad de la Administración y los servicios públicos, sin cuestionar, claro, todo lo hecho y avanzado. La única voz que clama en el desierto de una descentralización responsable es Rosa Díez. Me sumo. Ahí está Educación, hecha unos zorros con mas planes que planos, o la cuestión de agua o…
La Justicia, la de los despachos, los juzgados, las audiencias y los tribunales, la del día a día, la que elabora documento a documento los sufridos funcionarios, está tan detenida que un leve movimiento parece una eternidad. Y así sigue, anclada entre telarañas y carpetas cutres, porque así lo han permitido quienes nos han gobernado durante 30 años ya. Una condena. Perdón, una pena.