Cuando las cosas se ponen en contra, en la vida, en How Do You Win An Ex Girlfriend Back el deporte, en el trabajo o en el arte, en cualquier acto humano, no hay más remedio que seguir tirando y, en esta ocasión, como si fuera la primera vez. Con toda la fuerza y el ímpetu de los inicios.
{mosgoogle}Pero toda actividad humana, creo que lleva consigo este riesgo que asumimos cada mañana, que te ofrece 24 horas, un día completo para estrenar. Para el actor, cada función supone el abismo de una primera vez. Es la parte menos atractiva de las actividades que forzosamente tienen un gran componente de pasión. Pero pasa con muchas otras.
Perdonen el rodeo para recordar, al fin, que la empresa es una actividad humana como tantas que lleva consigo la responsabilidad de permanecer en el mercado y, a ser posible, en continuo crecimiento. La empresa es un barómetro perfecto del pulso de la actividad económica, sea cual sea el producto o servicio que preste. Por eso son tan importantes las políticas económicas de los gobiernos, que actúan para equilibrar, en lo posible, la balanza social de tal forma que el empleo, principal consecuencia de la existencia de empresas, abunde y cuando vienen mal dadas, se resienta lo menos posible para equilibrar, en lo posible, el reparto de la riqueza.
Pero hemos vivido tiempos en los que, por muchas razones, el empresario no era precisamente una figura socialmente reconocida. Más bien al contrario. Tiempos que pasaron, por fortuna, para dar paso a una nueva concepción social del empresario, de la empresaria, lo que ha ocurrido porque han surgido “otros” empresarios de hoy, gente normal y corriente pero con el empuje suficiente como para aventurarse en una pasión, en la puesta en marcha de una idea de negocio, que además de darle de comer a él, lo pueda hacer con otros.
Como tantas otras palabras, el concepto de empresario/a ha cambiado, creo, que a mejor y puede que algo tengamos que ver los jóvenes empresarios que día a día dejamos claro que tener una empresa o empresita o empresón, no tiene nada que ver con ser hijo de rico o un señorito a la antigua usanza. Un joven empresario hoy, al menos los que cohesiona la Asociación de Jóvenes Empresarios de Castilla-La Mancha, es un chico o una chica de unos 30 años que decide empeñarse hasta las cejas propias y , a veces, de algunos próximos, para poner en marcha un sueño profesional. Y empezar a trabajar lo que nunca se había imaginado que pudiera trabajarse y, además de todo eso, intentar ser feliz. O estar cerca de ello porque uno se dedica a lo que se ha querido.
Claro que el tremendo esfuerzo de empezar no sería tan excesivo si las entidades financieras confiasen más en los proyectos sólidos, eso sí, que presentan los jóvenes para poner en marcha una empresa. Si nuestro sistema bancario no fuera tan tremendamente conservador, seguro que se instalarían muchas más empresas. Como ocurre en otros países sin que tengan que soportar el peso de la financiación inicial los patrimonios familiares.
En esto trabajamos desde AJE en la región: en convencer a unos y a otros de que, aunque despacio, los tiempos han cambiado y seguirán haciéndolo. Que hay que difundir entre los jóvenes esta posibilidad real y apasionante de convertirse en empresarios pero que, a su vez, las administraciones han de allanar el camino para que esto ocurra y exigir un compromiso firme con esta causa a las entidades financieras, empezando por las más próximas al sector público.
Pero también se ha de exigir al empresario un compromiso social para compartir beneficios con su entorno más próximo o lejano, una implicación en las necesidades sociales de todo tipo. Esta es, en suma, la nueva cultura empresarial que queremos difundir desde AJE. Se trata de pedir y también de dar. Se trata de trabajar codo con codo para que todos ganemos. Por eso cuando las cosas se ponen regulares, cuando después de varios años de bonanza nos damos de bruces con las dificultades, es cuando hay que sacar fuerzas de flaqueza y campear el temporal sin perder nunca de la memoria palabras con tan escasa tradición empresarial como la solidaridad.
Solidaridad entre empresarios, entre organizaciones, junto a las administraciones y el resto de la sociedad. Estas es la enorme ventaja de nuestro tejido empresarial: casi todo él autóctono y como tal, mucho más comprometido con su entorno para quedarse, para no irse a otro sitio, y aguantar, con los demás, a que escampe el chaparrón.
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