Si elegí la banda sonora de Gladiador y siendo “durillo” el hueso que hoy nos toca roer, mejor vayan cogiendo el paquete de kleenex (conocidos como pañuelos o moqueros, en algunos lugares recónditos) por si les hiciera falta.
{mosgoogle}No olviden que los condenados a juntar letras, somos meros observadores de la realidad que nos rodea y además…¡chivatos! por narrarlo.
Aunque quizás, estas letras sean diferentes, porque, le aviso de antemano que este escrito, se va a asemejar mucho a un navajazo en la ingle.
Esta recién acabada frase, me hace recordar, cuando de muy joven, tuve que ganarme la vida cubriendo la seguridad en centros de ocio-diversión y nos poníamos “bajo palio” coquillas tuneadas, para protegernos el bajo vientre e ingles, alfileres en las corbatas, por si éramos agarrados de la misma y tapones en los oídos en los conciertos, en los que nos tocaba bajo el escenario y justo a nuestra espalda, estaba uno de los bafles principales.
Aun conservo una pua del Boss Bruce, que habiendo sido lanzada al publico, cayó en la zona de seguridad en la que, en mi parcela, yo era el dueño (no lo cuenten o me despiden con carácter retroactivo).
Por cierto, que de la seguridad en aquellos conciertos, era Falo Castro (hermano del actualísimo Quini), quien se ocupaba y nos contrataba. (Fin del relato del prematuro abuelo Cebolleta)
Las lagrimas son libres, de aparecer o no, dependiendo de su entereza, educación, que tal lleve usted el día de hoy o reminiscencias del pasado. Solo le pido que si llega al final, me lo cuente en: http://pabormi.miciudadreal.es/
Yo he de confesar, como introducción, que con dieciocho, dije adiós para siempre a mi padre, al que metimos en un agujero, en una simple caja de madera, (casi seguro que de mala calidad) y aquella perdida, si que les aseguro que fue un machetazo en el pecho de un chavalillo, al que se le murió su líder en todos los sentidos. Quizás mi herida nunca cerró y ese es el motivo, por el que me es tan fácil abrir mi caja torácica y enseñarles mi nicotínico interior.
Digo esto porque hoy, según conducía hacia mi trabajo, escuché en la radio una historia, secuencia o como quieran llamarlo, que me hizo taponar con mi izquierda el muslo, por si la femoral había sido seccionada. Incluso noté como el calor del navajazo, liberaba mi bendito río interno. Les cuento:
Tras el segundo gol, de un equipo de fútbol de provincias, en la periferia del país, allá donde casi siempre llueve, un micrófono transmitía a toda la piel de toro, una frase no entendible, confusa. Una castigada garganta, sesgada por la emoción del momento, solo rasgaba las ondas. Es lo que tiene pasar al mas allá momentáneamente.
Solo al ver la foto, ayer lunes y escuchar de nuevo la grabación, (junto a la traducción, por parte del locutor), conseguimos entender la historia completa.
Provenía de las sufridas cuerdas vocales del a-preciado Preciado, entrenador que ha obrado el milagro del ascenso, pero lo que no sabíamos era que, efectivamente lo de SUFRIDAS, cuerdas vocales, habíamos de escribirlo con mayúsculas.
Aquel sonido gutural, que parecía procedente de una psicofonia, era el sumun, el fin de una amarga riada, que por fin abandonaba tierra, convertida en catarata y volaba en libertad hacia el fondo, estuviera mas a menos cercano.
Lo que el mister, realmente decía en el banquillo entre lagrimas era: “a mi hijo, se lo dedico a mi hijo” y abrazando con sus manos la cara de su segundo vástago, le repitió: “este ascenso se lo dedico a mama y a tu hermano, que nos están viendo en este momento. No llores, sonríe, porque ellos están alegres por nosotros”.
Aquel instante, era un paréntesis que solo pertenecía a ambos, padre e hijo, dentro de una apoteosis general, que nos pertenecía a todos. Lagrimas hubo a miles, particulares y generales, intimas y colectivas y es que, hay ocasiones en la vida en las que, en una misma película son muchos los protagonistas.
P.D. Preciado, perdió a su esposa en circunstancias que desconozco y a uno de sus hijos en accidente de moto, pero en un gran momento de su carrera, alguien durante unos segundos, se los devolvió. Es difícil olvidar las lagrimas entre padre e hijo, encarados en la prensa de hoy, en un dialogo que –repito- a solo ellos les pertenece y que algunos cometemos el gran pecado de narrar. Verdad cuento y perdón pido.
Si aun esta vivo, límpiese las lagrimas o déjelas correr y si no, laméntese de haber perdido el tiempo leyendo a quien no se lo merece, cierre la chirriante tapa de su ataud y hasta mañana. Al fin y al cabo, todos estamos vivos, hasta que dejamos de estarlo.