Hola señor ministro. Le agradezco que me haya recibido. Verá, he insistido tanto, porque estoy convencido que le traigo el mejor regalo. Reconozco, que solo soy un periodista veinteañero, pero he tenido una idea , que creo que es muy buena. Imagínese que pongo en sus manos, por un módico precio, la forma de engañar por siempre a los demás y que estos, lejos de enfadarse, le aclamaran como un genio.
{mosgoogle}Piense en lo que le digo: podría contarles, todo aquello que se le fuera ocurriendo, sin importar que fuera o no creíble, en los escenarios que a usted le pareciera, en el orden que le apeteciera y con la completa seguridad de que cada uno , vería una historia diferente en su cerebro, pero usted siempre estaría en el vértice superior del triangulo. A
salvo, en su faro, por muchas olas que azotaran. Le hablo de ser el dios que diseña un presente, un futuro y si me apura… un pasado glorioso.
Jovencito…¡eso a estas alturas , ya es imposible! -dijo el ministro-.
No lo es… -y sacando su mano derecha, oculta tras su espalda, le enseñó… un libro.
Se titulaba: Hágase escritor en quince días. Le enseñamos a mentir de forma profesional. Cómpremelo.
Tu llegaras, chaval, tu llegaras -dijo el ministro-
¿Estaría mintiendo o habría tenido un desliz? -se preguntaba el recién licenciado-.