Es extrañamente siniestro el interés que Barreda tiene por dar rapidez a la reforma de la Ley Electoral de Castilla-La Mancha, basándose en la necesidad de establecer proporcionalidad entre la población y el número de representantes en las Cortes.
Las razones de efectuar la reforma, las verdaderas, las conocemos todos. Es evidente la necesidad de una reforma para adaptarse a los cambios sociales y de población que ha habido en Guadalajara y Toledo, pero también hay necesidad en las demás provincias de Castilla-La Mancha.
En las Cortes, el pasado 29 de enero, se aprobó por unanimidad la propuesta de reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha. En ella se incluyen y se pretenden realizar cambios que mejoren, no sólo la reforma de la Ley Electoral, sino también otros aspectos que afectan a los ciudadanos de esta región.
En ese proyecto de reforma del Estatuto de Autonomía se recoge que, para llevar a cabo una reforma en la Ley que regula los aspectos electorales en nuestra Comunidad, se precisa una mayoría cualificada de los dos tercios de las Cortes. Es decir, harán falta más diputados para la toma de decisiones, lo que en definitiva se traduce en una mayor y mejor participación de los ciudadanos en el rumbo de la región.
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Son curiosas las contradicciones de Barreda, igual que son curiosos el servilismo y la justificación que hacen los demás miembros de su Gobierno, porque se les ve sin mucha convicción en su defensa. Pero no nos desviemos, vamos al asunto.
Decía que es llamativo que Barreda use la defensa de la democracia como argumento para justificar cambios de leyes cuando él no la respeta y actúa como el dueño y señor de Castilla-La Mancha al decir que sacará adelante la reforma electoral, “se ponga como se ponga el PP”.
Olvida dos aspectos básicos de la democracia. Primero, que está yendo en contra de lo aprobado por unanimidad en las Cortes Regionales, la Casa de la Democracia, y segundo, que el PP defiende el pensamiento de un grupo muy amplio de ciudadanos castellano manchegos al que, con esa actitud prepotente, Barreda está marginando sin cuidar ni proteger los verdaderos intereses de los contribuyentes.
Diga lo que diga y se ponga como se ponga, Barreda necesita lecciones de democracia, y, sobretodo, necesita una cura de humildad. Castilla-La Mancha no es su cortijo y no puede hacer lo que quiera para beneficiar únicamente a su partido.
Un presidente debe ser noble, digno y honrado y debe actuar como Gobierno, no como celebridad y no debe olvidar cuáles son las necesidades prioritarias por las que hay que luchar. Entre ellas, en Castilla-La Mancha, se incluyen los 91.355 parados, el elevado precio de la vivienda, el de los productos de primera necesidad, el problema del agua o el de la ganadería.
Un presidente no debe despreciar un proyecto de futuro como el nuevo Estatuto, que está pensado para garantizar el bienestar y la prosperidad de esta región. Y es que, si el Presidente, como primer ciudadano, no respeta ese Estatuto, es muy probable que, en el Congreso de los Diputados, donde se tiene que aprobar, no se lo tomen en serio.
Se ve que Barreda aprende rápido del maestro del relativismo, Zapatero. Sus políticas son fruto de golpes de efecto y no van acompañadas ni de reflexión, ni de consenso, ni de previsión. Ambos utilizan la democracia sin el más mínimo respaldo de responsabilidad, dejando correr su hedonismo exacerbado a lomos de la demagogia. Y eso no está muy lejos de ser una forma de despotismo que preocupa a los que creemos en la libertad.
Entendemos, como grupo parlamentario, que para modificar la Ley Electoral es preciso crear una Comisión que redacte, fruto de la reflexión y del consenso, una ley en la que se establezca un sistema de reparto de escaños flexible, automático y proporcional que se adapte a las variaciones de población, y no en función del número de votos que se puedan ganar, que es lo que Barreda persigue.
Decía Napoleón que para que algo no funcione hay que crear una Comisión. Era tal el ansia de control del pequeño corso que no podía confiar en nadie más que en sí mismo, algo parecido es lo que le pasa a Barreda.
Si no cambia su estilo y continúa con estas formas de actuación, sin contar con los ciudadanos, no tardará mucho en llegar el día en que Castilla-La Mancha tenga su emperador.