Agricultura y ganadería son los pilares en los que se sustenta la economía de Castilla-La Mancha y ambas se practican por tradición y por obligación. Erróneamente se cree que representan el pasado, cuando realmente en ellas está nuestro presente y nuestro futuro.
Entiendo que la política agraria debe tender a producir más y mejor para, además de satisfacer nuestras necesidades, tratar de paliar los desequilibrios que hay en el mundo pero, para producir más y mejor no se pueden abandonar tierras de cultivo y, mucho menos, si se dispone de él, abandonar el regadío.
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Sólo produciendo más y mejor nuestros agricultores y ganaderos podrán vivir de los precios de sus productos y no de subvenciones que cambian cada año y provocan desconfianza en esta forma de vida, lo que, consecuentemente, lleva a buscarla de otra manera. Como muestra un botón: En las Escuelas de Agricultura se matriculan hoy menos de la quinta parte de los alumnos que se matriculaban hace escasamente una década, y es que la profesión de agricultor está en declive, cuando debería estar en alza. Pero ¿qué agricultor o qué ganadero no se siente incómodo con los controles, con el papeleo y con la reglamentación de la P.A.C.?, ¿qué agricultor o qué ganadero, con la situación que venimos atravesando, puede transmitir a sus hijos el cariño a su profesión?
Nadie, absolutamente nadie, puede aprobar que en Castilla-La Mancha se abandone una sola hectárea de cultivo. Hacerlo sería llevarnos a un suicidio colectivo. Sería abandonar nuestra cultura, nuestra forma de vida y nuestro sector más productivo de riqueza. Ambas nos mantienen y, gracias a ellas, con lo que exportamos, podemos comprar mucho de lo que nos falta.
Además, nadie que conozca el campo pasa por alto que nuestra agricultura y nuestra ganadería son la base del equilibrio y de la vitalidad del mundo rural. En donde se abandonen, que nadie crea que el turismo rural, que sin duda es algo extraordinario, se mantendrá.
Ahora resulta que el Gobierno socialista de Castilla-La Mancha quiere, al aplicar el Plan Especial del Alto Guadiana, que se dejen de regar cerca de 140.000 has., lo que en la práctica significará abandonar el cultivo de más de la mitad de la superficie que se viene regando, en una zona en la que habitan unos 500.000 castellano-manchegos y hay más de 13.000 propietarios agrícolas.
Dejar de regar es la solución fácil. Es encogerse de hombros y decir: falta agua; pues que no se riegue.
Habría que tener muy claro qué va a pasar en esa zona de Castilla-La Mancha. Cuánta ruina va a sobrevenir. Cuántos alimentos se van a dejar de producir. Cuánto biocombustible. Cuánta biomasa. Cuántas personas, además de los agricultores y ganaderos, se van a ir al paro.
En Castilla-La Mancha ante todo somos agricultores y ganaderos y es lo que mejor sabemos hacer. No se olvide de ello señor Barreda porque, aquí, o regamos o cerramos el kiosco.