La celebración del Día de la Madre se remonta a la Antigua Grecia donde se dedicaba un día de la primavera a RHEA, esposa de Cronos, madre de los dioses Júpiter, Neptuno y Plutón. En Roma, desde el 250 a.C. esta celebración recibía el nombre de Hilaria, en honor a Cibeles, diosa de la naturaleza y de la fertilidad, venerada como la gran Madre de los Dioses. Los primeros cristianos transformaron esta celebración a la diosa madre en honor de María, Madre de Jesús, incluyéndose en el santoral católico el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción, pasando a partir de 1965 al primer domingo del mes de mayo, mes dedicado a María.
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Este sentimiento de agradecimiento, adormecido por los momentos de prisas en los que estamos inmersos, en donde la mujer, a pesar de los indudables avances conseguidos, sigue siendo un eslabón secundario en la rueda de la vida, bueno, vida con minúscula porque de la Vida, con mayúscula, la mujer es fuente, origen, manantial que brota con fuerza de sus entrañas, como decía, este sentimiento resurge al haber experimentado la transformación de mi existencia como mujer con mi maternidad.
No hace mucho tuve esta agradable experiencia y me es difícil imaginar algo que pueda superar esta vivencia. El sufrimiento, el dolor de traer un hijo al mundo, es insignificante al lado de la felicidad de estrecharlo entre tus brazos. Ahora comprendo mucho mejor a las madres, las dificultades con las que diariamente tienen que enfrentarse, compaginando el cuidado de los hijos con el hogar, tratando de cubrir todos los flancos, haciendo verdaderos equilibrios para llegar a final de mes, resultando estas actividades a menudo invisibles porque las percibimos como conductas vinculadas con lo natural, por lo que no se reconoce su valor económico y su importancia social. Si a esto añadimos las dificultades para conciliar la vida personal, familiar y profesional, que implica el trabajar fuera del hogar, puesto que es evidente que lo que provoca realmente esta dificultad para conciliar las dos dimensiones es la condición de ser Madre, al exigírseles que se consagren al ejercicio de su profesión, tal como lo hacen los hombres, y al mismo tiempo acatando la norma cultural de las mujeres, es decir, dando prioridad a la familia, hay que reconocer que no es nada fácil la maternidad. La mujer embarazada, la mujer criando a su hijo, la mujer pendiente de los hijos pequeños es la que realmente tiene dificultades.
Como mujer y como Madre considero indispensable poner en marcha auténticas políticas a favor de la mujer que rebaje el porcentaje del 40% de mujeres que tienen menos hijos de los deseados por insuficiencia de recursos económicos, por carencia o carestía de guarderías, por el elevado precio de la vivienda, por necesidad de trabajar fuera de casa. Desde las distintas administraciones se tienen que habilitar medidas fiscales, económicas, laborales, de empleo, de infraestructuras, de servicios de atención domiciliaria, que favorezcan a todas las mujeres que quieran tener la maravillosa experiencia de ser MADRE. ¡Qué paséis un día muy feliz!