El 22 de marzo celebramos el Día Mundial del Agua. Una fecha con un significado muy especial para todos los ciudadanos y, particularmente, para los castellano-manchegos debido a la especial relación de nuestra tierra con este recurso.
La realidad del agua en nuestro país ya no es la misma que hace treinta años. Los planteamientos de entonces ya no sirven para la España del siglo XXI, una sociedad avanzada que precisa de una política del agua moderna en la que todos compartamos la responsabilidad en torno a su planificación y gestión.
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La primera de las cuestiones planteadas, es la constatación de un hecho objetivo del que todos, o al menos nosotros, somos conscientes. El agua es un recurso limitado que cada vez está disponible en menor medida, lo que requiere que seamos más eficientes en su uso, para sacar a cada gota de agua un mayor rendimiento económico pero sobre todo social. A ello, hemos de añadir las restricciones medioambientales que necesariamente deberán ser valoradas de acuerdo con los criterios de la Directiva Marco del Agua en el marco de la nueva planificación hidrológica.
Un recurso, por otra parte, que es estratégico y determinante para el crecimiento de los territorios y, por tanto, para la generación de riqueza allí donde se encuentra.
En este sentido, las necesidades de Castilla-La Mancha son cada vez mayores, en la medida en que crece por encima de la media en empleo, en demografía, en industria o en natalidad de empresas.
No podemos prescindir de un recurso que es esencial para garantizar que nuestro crecimiento sea sostenido y, desde luego, el uso eficiente y racional que Castilla-La Mancha se plantea hacer de este recurso determina también que nuestro crecimiento sea sostenible en el tiempo.
Estas circunstancias, hacen del Trasvase Tajo-Segura un sistema en crisis, que, por otra parte, ha demostrado que en una sociedad del siglo XXI, moderna y desarrollada como la española, no pueden persistir los trasvases como solución a los problemas hídricos.
El agua es riqueza, y junto con la derivación de agua a otros territorios se transfirieren las oportunidades de crecimiento y desarrollo de unos territorios a otros. Algo que hoy ya nadie está dispuesto a soportar, porque la mala experiencia que el Acueducto Tajo-Segura ha supuesto para Castilla-La Mancha ha generado una resistencia invencible en cualquier territorio a soportar la existencia de un trasvase.
Pese a ello, Castilla-La Mancha ha demostrado su solidaridad durante 25 años con aquellos territorios que han sido usuarios y han disfrutado de los recursos generados en nuestra tierra, pero ahora necesitamos el agua. Castilla-La Mancha, como todas las regiones de interior, sólo dispone del agua que se genera en nuestro territorio; mientras que en el litoral español el avance de la tecnología permite contar con otra alternativa: la desalinización del agua del mar.
Además, tras años de negación de nuestros derechos, por fin, hoy se están construyendo las infraestructuras hidráulicas que nos van a permitir utilizar el agua necesaria para nuestro desarrollo.
Debe ser la política hidráulica nacional la que aborde todas estas cuestiones con motivo de la revisión de la planificación hidrológica que se desarrollará durante los próximos dos años; una política hidráulica que, como se ha planteado desde Castilla-La Mancha, debe dar entrada al Estado de las autonomías en la definición y desarrollo de la misma.