In memoriam

Mariano Velasco (Asociación Ojos del Guadiana Vivos)

A Don Julio Maroto
Maestro por excelencia
Divulgador por convicción
Pionero en la defensa del Medio Ambiente
Con mi emocionado recuerdo y admiración.

Yo conocí a Don Julio Maroto una tarde del caluroso mes de agosto de 1991. Me refiero al hecho de conocerle personalmente, porque su trayectoria y pensamiento ya venía conociéndolo desde mucho antes, quizás desde aquel momento en que publicara sus primeros artículos en defensa de los ríos manchegos, del Záncara en particular. Así, pues, no he tenido la fortuna de ser uno de sus privilegiados alumnos, pero si la de haberle conocido en una plenitud a todas luces excepcional.

Nuestra relación comenzó de la mano del Medio Ambiente. Corría un verano abrasador con un tema en las calles: el Acuífero 23 mostraba evidentes signos de agotamiento, y algunos entes ciudadanos de nuestra población habían convocado a los vecinos a manifestarse en defensa de nuestro alcalde y a favor del agua de la región. Al menos así era como yo lo percibía entonces. Y aunque tardé varios años en documentar y descubrir todo lo que había detrás, por aquel tiempo fue motivo suficiente como para que me lanzara en pos de una aventura que todavía hoy forma parte de mi vida de una forma consustancial. Me refiero a la lucha por la defensa del Acuífero 23 en su más amplio sentido, cual es, la defensa del Medio Ambiente en esta tierra manchega, actualmente, un desierto potencial.
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Mi referente ambientalista fue Don Julio Maroto. Habían sido muchos y muy buenos los escritos que le había leído. Así que quién mejor que él para que me pudiera ilustrar.

Me armé de valor, y dándome constantes ánimos aquella tarde llamé a su puerta. La figura del docente apareció frente a mí, sereno, afable, benevolente con mi intromisión. Fueron dos horas intensas en las que un mundo nuevo se abrió ante mis ojos: el campo de La Mancha, sus ríos, arroyos, montes y parajes, su flora y su fauna; un impresionante patrimonio histórico, ecológico y etnográfico, terriblemente amenazado,  estaba allí, a la espera de juglares que lo cantasen y caballeros que lo quisieran salvar …

Porque así veía yo a Don Julio, como un caballero ahíto de pasión, todo corazón, desesperanza y rabia, por una tragedia que veía venir y no sabía cómo evitar.

Aquel día nació en mi corazón un amor desmedido por nuestra tierra y nuestras gentes. Nació la causa que ha acompañado mi caminar en los últimos 15 años. Mi agradecimiento, por tanto, es inmenso. Su ejemplo y trayectoria ha pesado siempre en los momentos de desánimo. Pesa hoy, aún más si cabe,  porque el tedio y el cansancio acumulado pesan una enormidad. Pero yo creo que este es el mejor homenaje que se le puede rendir: continuar con aquella labor que él iniciara un cinco de julio de 1973, cuando el diario Lanza publicó, en su sección de opinión, un artículo bajo el título de “El Záncara pide justicia” donde el egregio profesor clamaba contra la inmisericorde contaminación que había invadido dicho río. Pero su solitaria voz en defensa del patrimonio natural nacía dotada de una matiz especial: exigiendo responsabilidades, clamando por la corrección de las actuaciones, pidiendo la unión de colectivos manchegos en defensa de sus ríos y humedales.

No tuvo mucho eco aquel clamor, pero su importancia fue trascendental. Pues ese escrito, junto a otros posteriores, forjarían lo que habría de ser los primeros pilares del despertar ecologista de esta región.

Don Julio Maroto ha sido un pionero de la defensa del medio ambiente en nuestra tierra. Un maestro querido y admirado que encontró en el agro y la naturaleza su texto fundamental. Ahora se ha marchado quizá con la tristeza de no haber visto mejorar nuestro patrimonio natural. Sirvan estas líneas, pues, como homenaje y reconocimiento a su entrega, dignidad y valor. El mundo ecologista manchego guardará siempre el mejor recuerdo de su lucha y abnegación. Descanse en paz.

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