Carmen Quintanilla Barba (Presidenta Nacional de AFAMMER)
Celebramos hoy el Día Internacional de la Mujer Rural, una fecha indiscutiblemente importante para AFAMMER dentro de un mes en el que tan sólo hace unos días, el 1 de octubre, también conmemorábamos otra fecha señalada con letras mayúsculas en el calendario de la historia de las mujeres: el 75 Aniversario del Voto Femenino en España. Un logro, como digo histórico, que debemos agradecer al valor, el tesón y la fuerte convicción de Clara Campoamor, una mujer admirable y admirada en la actualidad y que, en su época, tuvo que bregar contra viento y marea, contra propios y contrarios, paradójicamente contra otra mujer como Victoria Kent, para que el derecho al voto de las mujeres fuera reconocido.
Finalizaba Clara Campoamor su discurso aquel 1 de octubre de 1931 en el Congreso de los Diputados diciendo a sus compañeros diputados: “Perdonadme si os molesté, considero que es mi convicción la que habla, que ante un ideal lo defendería hasta la muerte; que pondría, como dije ayer, la cabeza y el corazón en el platillo de la balanza, de igual modo Breno colocó su espada, para que se inclinara a favor del voto de la mujer (…)”.
Gracias a mujeres como ella, a palabras como éstas, ahora podemos hablar de la igualdad como un derecho y no como un valor.
La igualdad real de oportunidades, aunque algo hemos avanzado, sigue siendo hoy por hoy uno de los principales retos para las mujeres y mucho más para las mujeres del medio rural que, por su situación, sufren una doble discriminación: la de ser mujer y la de vivir en el medio rural.
Y esa discriminación es aún más patente cuando hablamos de formación o de empleo. Las mujeres rurales quieren incorporarse al mundo laboral pero tienen aún muchos obstáculos que salvar. Obstáculos como tener menos facilidades para acceder a la formación, a las nuevas tecnologías, a poder conciliar la vida familiar y laboral. El 90% de las mujeres rurales son las encargadas de realizar las tareas del hogar y del cuidado de los menores y mayores de la casa, lo que les impide acceder a un puesto de trabajo ante la imposibilidad de compatibilizar ambas cosas y por esta razón la tasa de desempleo femenino sigue doblando la del masculino, mucho más, como digo, en el medio rural.
Al hablar de desigualdades que afectan a las mujeres rurales no podemos olvidar las desigualdades que todavía sigue sufriendo el medio rural en general. Los pueblos todavía hoy por hoy tampoco han llegado a alcanzar las oportunidades que ofrecen las ciudades por lo que al referirnos a la igualdad de oportunidades de las mujeres rurales tenemos también que hacerlo a la igualdad de oportunidades del medio en el que desarrollan sus vidas. Una cosa va estrechamente ligada a la otra.
Por eso, con motivo del Día Internacional de la Mujer Rural unimos y alzamos nuestra voz, ponemos nuestra cabeza y nuestro corazón en el platillo de la balanza –como Clara Campoamor- para conseguir un mayor compromiso con el medio rural, para instar a las administraciones y a la sociedad en general a establecer las políticas necesarias que den solución a los problemas que azotan a las mujeres del medio rural y al medio rural.
Pedimos soluciones para que las mujeres tengan más facilidad para acceder al mundo laboral a través de medidas que fomenten la formación, el acceso a las nuevas tecnologías, que permitan la conciliación de la vida familiar y profesional a través de la dotación de recursos asistenciales que hagan posible que las mujeres no tengan que elegir entre ser madres o trabajadoras. Pedimos la diversificación de la economía de nuestros pueblos abriendo nuevas actividades económicas relacionadas con el medio rural que creen más puestos de trabajo para las mujeres. Pedimos la mejora y el acercamiento de la sanidad a nuestros pueblos de modo que no haya que esperar a que pase una semana o quince días para poder acudir a la consulta del médico de familia, al dentista, al ginecólogo o al pediatra que tan sólo van al consultorio local cada cierto tiempo.
En definitiva, queremos que las mujeres rurales y el entorno en el que viven ellas, sus familias y las generaciones que están por venir sigan manteniéndose en el futuro y no tengan que abandonar sus pueblos por falta de oportunidades.
A muchos les parecerá una utopía como les pareció a otros hace 75 años que una diputada por Madrid pidiera el voto para las mujeres en el Congreso. Clara Campoamor consiguió que fuera realidad. Nosotras esperamos también conseguir que la igualdad real de oportunidades, como derecho y no como valor, sea un hecho.