Carmen Riolobos (Portavoz del Partido Popular de Castilla-La Mancha)
Hemos asistido estos días en el Parlamento al espectáculo montado por las diputadas de la izquierda española, la gran mayoría del PSOE, en contra del portavoz del Grupo Parlamentario Popular, Eduardo Zaplana, por unas palabras, anecdóticas e inofensivas, sobre la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega.
Ha quedado demostrada, de nuevo, la eficaz capacidad teatralizadora y de puesta en escena que tienen los socialistas, cuyas mujeres no dudan en ponerse al servicio de la causa partidista, aún a costa de la demagogia y su propia imagen como parte colectivo femenino de nuestro país, al que tanto dicen defender.
Un análisis de la situación pone de manifiesto lo curioso que resulta ver a las diputadas del PSOE apurando todas sus iras contra el PP por un asunto trivial, y con evidente dosis de manipulación y demagogia, y lo poco que realmente trabajan, en serio y a fondo, por la causa de la igualdad entre hombres y mujeres. Las diputadas socialistas sirven antes al PSOE, es decir, a los hombres que dirigen el PSOE, que al conjunto de los ciudadanos españoles, y desde luego, no sirven nada a las mujeres, a las que hacen un flaco favor con estas actitudes tan sectarias.
Su indignación, la indignación a mi entender fingida de las diputadas socialistas en ese acto del Congreso contra un representante del PP, contrasta con la complacencia y la sumisión que demuestran en otras ocasiones de mayor calado. Sirven al partido, de forma sectaria, sumisa, acomplejada. En el fondo se sienten “mujeres-cuota” y ponen en escena estos lamentables episodios para no perder sus parcelas de poder, que parecen su preocupación más intensa y preferente. Los ciudadanos quedan en un segundo plano.
Pondré sólo dos ejemplos, pero hay muchos más. Uno de Castilla-La Mancha y otro de la Comunidad de Madrid. Empiezo por el madrileño: el silencio total producido en el PSOE tras el grave insulto del delegado del Gobierno, Constantino Méndez, –socialista, claro- contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre. Lo de Méndez contra Aguirre fue una agresión verbal directa, ofensiva, dañina, machista, pero ninguna diputada del PSOE abrió la boca para censurar a ese hombre socialista que de forma tan lamentable ofendió a las mujeres. Elocuente.
Voy con el ejemplo de Castilla-La Mancha. Recientemente, la directora del Instituto de la Mujer de la región, Isabel Moya, afirmó en una revista que no era el momento de que una mujer sea presidenta de Castilla-La Mancha. A juicio de Moya, las mujeres no debemos estar preparadas todavía para esa gran responsabilidad. Otro ejemplo claro, palpable, sangrante, de machismo puro y duro en una mujer contra el colectivo de su mismo género. En este caso, tampoco ha salido ninguna mujer del PSOE, ni de la izquierda en general, a afear las ofensivas palabras de la que es, además, y esto es lo grave, la directora del Instituto de la Mujer. Sintomático.
Al PSOE, en general, y a las mujeres socialistas con cargos de representación en particular, les falta todavía mucho camino por recorrer para salir de ese machismo encubierto y del complejo al que se ven sometidas por este tipo de actitudes dentro de su partido. Por favor, que dejen de dar lecciones de una vez.