Felipe Medina Santos
(A mi abuelo Felipe López Santos y a mi padre Vicente Medina Urda)
España tiene todavía pendiente, una de las asignaturas más importantes para poder sentirse integrada y aceptada en el elegido grupo de las llamadas democracias.
El 18 de julio de 1936, unos militares rebeldes, con el apoyo y colaboración de la derecha, la Iglesia, y la falange, fundamentalmente, y en el exterior, con el del capitalismo de algunos países llamados democráticos y con el descarado y previsible de sus hermanos ideológicos, los regímenes totalitarios de la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini, se levantaron en armas contra la República Española y su gobierno, un gobierno elegido democráticamente por mandato y voluntad de los ciudadanos en las elecciones de febrero de ese mismo año. Esos militares sublevados, esos militares cuya principal misión era, y es, defender y proteger a su pueblo -que es quien les mantiene-, y a su legalidad constitucional, se abalanzaron contra él, de forma brutal, atroz, y junto a una derecha retrógrada, vil e inepta, y una Iglesia católica inquisitorial y fundamentalista, dieron apoyo, cobertura y bendición,para asesinar y enterrar en fosas comunes anónimas, a una enorme cantidad de hombres y mujeres por el «delito» de pensar diferente, o simplemente, por pensar, y sobre todo, por defender la legalidad institucional republicana; eso sí, siempre en nombre de Dios y de la patria.
El desconocimiento generalizado de nuestra Historia reciente, hace que se perpetúe la versión de sólo una de las partes involucradas en el conflicto de la guerra civil, la propaganda durante cuarenta años de dictadura franquista, la de los sublevados, la de los rebeldes, la de los que acabaron con la primera etapa democrática habida en España, la versión de los que acabaron con la ilusión de un pueblo, la de la derecha caciquil, la del fascismo, en definitiva, la versión de los vencedores.
Debe ser responsabilidad de la izquierda actual, la recuperación de la verdadera Historia, y del despertar de la memoria adormecida y arrinconada. No se trata de una simple plasmación nostálgica de los hechos, sino, una necesidad, un deber de la izquierda para restablecer la verdad, para recuperar sus raíces, su referente, para reforzar la solidez de sus principios, de su base histórica, y para dignificar y conseguir el reconocimiento público y oficial, de todos aquellos que sufrieron, murieron, fueron esclavizados, exiliados, torturados,»desaparecidos» o asesinados en las tapias de los cementerios o en las cunetas de las carreteras, por defender la justicia, la libertad, la cultura, la solidaridad, la democracia y la legalidad constitucional de la República.
Casi veintinueve años después de la muerte del dictador, y de sesenta y ocho del comienzo del enfrentamiento fratricida, no podemos consentir por más tiempo, que se siga hurtando la verdad de lo sucedido a los ciudadanos de este país, ¡ya es hora de empezar a restañar las heridas!, y esto no se puede realizar, como algunos pretenden, desde la amnesia, desde el «borrón y cuenta nueva»,desde el olvido, como intentó conseguir la vergonzosa «Ley de Amnistía de 1977»,también conocida como «ley de punto final»,entre otras cosas, porque es imposible obligar a la memoria a olvidar, y menos, por decreto. Ya ha transcurrido el tiempo suficiente para poder hablar y exigir, sin miedo al resurgimiento de movimientos golpistas, la devolución de la identidad y la dignidad republicana, ¿o no ?,.Esta sociedad, parece ya, lo suficientemente asentada, para poder reconstruir su pasado y diseñar su futuro, sin temor a levantamientos involucionistas de carácter militar o fascista, que era lo que argumentaban nuestros políticos de izquierda, a finales de los años setenta y primeros de los ochenta, durante la etapa de la mal llamada «Transición»porque lo que se hizo fue, recuperar algo que ya teníamos, algo que era nuestro, del pueblo, y que nos robaron en 1936-,. Esta sociedad, ya parece segura y a salvo, ¿o todavía no?. Ya no se puede recurrir a la estratagema de «escoger lo menos malo»,ya no podemos seguir siendo tan «políticamente correctos» y temerosos. Ya no es moral, ni éticamente aceptable, seguir callados, menospreciando el recuerdo y la memoria de todos aquellos que lucharon o murieron por defender unos valores de los que ahora disfrutamos, eso sí, con medio siglo de retraso. Hay que dejar claro de una vez, y proclamar en voz alta, pese a quien pese, y duela a quien duela, que los que no aceptaron la voluntad popular expresada libremente en las urnas, los que se rebelaron, los que dan el golpe de estado contra la democracia en julio de 1936,no son las organizaciones de izquierda, sino la derecha, esa derecha caciquil, intransigente, burda, militarista, fundamentalista católica, antiobrera, oligárquica, incapaz y reaccionaria, esa derecha que fue la responsable con su sublevación, de cientos de miles de muertos, de cantidades ingentes de viudas y huérfanos, esa derecha, fue la culpable de un dolor, de un odio, de un rencor, de una impotencia, de un miedo, de una tristeza, de un silencio, de un olvido, de un atraso, y de una pobreza, del que esta tierra, aún, se está recuperando.
Es denigrante saber que, mientras las diferentes asociaciones, colectivos o particulares, empeñados en exhumar los restos de los asesinados republicanos, o han recibido ningún tipo de ayuda por parte del anterior gobierno Aznar.Éste mismo gobierno, con la desfachatez y prepotencia habitual de la derecha, ha financió con fondos públicos, para sonrojo de los ciudadanos españoles, la fundación Francisco Franco, encargada, evidentemente, de ensalzar, difundir y salvaguardar, los altos valores y principios, espirituales y morales, del genocida dictador que lleva su nombre. Así mismo, es humillante, conocer, que durante el gobierno del Sr. Aznar, se financió, también con dinero público, la búsqueda y exhumación, de los restos de los «voluntarios» de la «División Azul»,muertos en la invasión de la Unión Soviética, cuando combatía, junto a sus hermanos nazis, a las “hordas marxistas”, durante la segunda guerra mundial. Del mismo modo, se ha financiado un monolito, levantado en memoria de esos voluntarios, en un cementerio ruso.
Es decir, que en vez de fomentar y defender los valores democráticos, y a quienes los representaron; se ayuda, ensalza y protege, seguramente por una irrefrenable simpatía y nostalgia, a los que se encargaron de aniquilarlos y suprimirlos de nuestro país.¡Qué vergüenza!,.
Por todo esto, se debe exigir que al día de hoy signifique el inicio imparable de la recuperación de las señas de identidad de los vencidos y sus familiares.