Rara Avis en Toledo

Manuel Fuentes Muñoz

  
Estos días se ha puesto en servicio el nuevo tren Madrid-Toledo. En el acto de inauguración hemos podido ver una comitiva de representantes de la policéfala administración pública española que incluía desde el Presidente del Gobierno hasta los alcaldes de las ciudades afectadas, pasando por los presidentes de las comunidades autónomas comunicadas, ministros de relumbrón –más o menos relacionados con el evento- consejeros y, entre otros, los responsables de las infraestructuras y de la operadora pública ferroviaria. Todos ellos han salido en la foto, aunque otros muchos se hayan quedado fuera.

  
Esta costosa obra hubiera sido innecesaria, y seguramente más útil, si los responsables políticos de los noventa no hubieran dejado la capital regional a poco más de diez kilómetros de la línea del AVE a Sevilla. Con este nuevo enlace ferroviario, se ha querido enmendar el entuerto del año 1992, pero de forma más bien chapucera. Y es que este ramal de alta velocidad, de apenas veinte kilómetros, no tiene conexión alguna ni posibilidad futura de continuar hacia otros destinos. Por otra parte, este servicio no deja de ser el de un nuevo tren de cercanías, más caro que esos trenes, pero mucho más barato que el de la línea Puertollano-Madrid.

  
Este material es idéntico a los que se utilizan en ese trayecto. Y sobre los mismos, después de casi un año de funcionamiento, hemos comprobado su austeridad, sus limitadas prestaciones, su menor comodidad, la falta de estabilidad o de espacio interior, por citar solo algunas de sus deficiencias. Además, el servicio que se presta, poco o nada tiene que ver con el que se da en el AVE y el coste del material, del consumo y del mantenimiento, es muy inferior a esos trenes. El servicio a Toledo incorpora, por lo menos, dos importantes novedades. No hay clase club, la tarifa es única. Y no llevan supervisores. Este verano, en el primer tren de la mañana, una de las unidades tampoco los llevaba, sin que se haya notado su ausencia. Creemos que, el ahorro de este coste, se debería repercutir en los precios a los usuarios.

  
En el primer día de servicio hubo muchas incidencias. Varios usuarios perdieron el tren por las interminables colas en la estación de Toledo. Otros dedicaron casi una hora para sacar el billlete en las taquilllas, cuando el viaje dura poco más de treinta minutos. Algunos, incluso, se volvieron a tomar el autobús. Las quejas por el parking y otras deficiencias ya se han hecho públicas por los usuarios. RENFE trató de justificar, estas deficiencias por los desajustes propios del inicio del nuevo servicio y pidiendo a los viajeros que acudan a la agencias de viaje para sacar el billete, reconociendo, así, su incapacidad para atender a sus clientes.

  
Sin embargo, estos días hemos oído palabras grandilocuentes de nuestros políticos sobre este servicio que poco, o nada, tienen que ver con esta realidad. Se ha dicho que Castilla la Mancha se articula mejor con este tren, lo que es más que dudoso. Nuestra región sigue sin estar articulada por vía férrea. Ciudad Real, por ejemplo, no tiene comunicación directa con la capital regional y no existen planes, ni a medio ni a largo plazo que permitan su conexión. Los viajeros de Cuenca, que tenían línea directa con Toledo, vía Aranjuez, ahora, con el nuevo tren, han de desplazarse primero a Madrid para tomar otra unidad con destino a la capital regional. Eso sí, dedicando, como mínimo, una hora más de viaje y a un coste tres veces superior. Sin hablar del sangrante caso de Guadalajara. Pero es más, nuestra comunidad autónoma es la única de España que, en estos momentos, no tiene comunicación directa ni por ferrocarril ni por atovía, entre ninguna de sus capitales de provincia.

  
Los gestores públicos estatales de las infraestructuras, Ministerio de Fomento, ADIF o RENFE, realizan inversiones en Castilla la Mancha, no porque nos tengan más cariño a los castellano-manchegos, sino porque el sistema radial desde Madrid –tanto de carreteras como de vías férreas-, obliga a que estas comunicaciones pasen, ineludiblemente, por nuestra tierra (así lo hacen las dos terceras partes de estas infraestructuras). La única posible intervención de los poderes públicos de la región se centran, por lo tanto, en pequeñas variaciones del trazado y en conseguir alguna parada para nuestras ciudades.

  
Las cuestiones conflictivas sobre el ferrocarril, en nuestra región, son mucho más amplias. Podemos ver tres ejemplos. En primer lugar, los pasados días los sindicatos ferroviarios denunciaron la intención de la compañía pública ferroviaria de suprimir un importante número de trenes que hacen el recorrido desde Madrid a Levante y hacia Andalucía en trenes convencionales con paradas en municipios de la región. RENFE, ha dado la callada por respuesta, y quien calla otorga. La compañía ferroviaria utiliza criterios exclusivamente económicos y ha olvidado que, como entidad pública, tiene la obligación de dar servicio público de transporte por tren a estas poblaciones.

  
En segundo lugar, esta semana, se nos ha desvelado, por fin, en que consiste el acuerdo sobre el AVE para Tomelloso y su comarca. Se estudiará –así lo ha dicho el Presidente de la Diputación de Ciudad Real-, la posible ubicación de un ramal que uniría estas localidades con la nueva línea férrea. Pues para este viaje no necesitábamos alforjas, pensarán en Tomelloso.

  
Por último, dentro de los planes generales del Ministerio de Fomento, está prevista la línea Madrid –Jaén, que pasa por nuestra provincia y tiene prevista parada en Alcázar de San Juan. Pues bien, para el próximo año 2006, tampoco hay dotación económica alguna para este proyecto, con lo que, por enésima vez, se vuelve a retrasar su puesta en servicio.

  
Mientras tanto, el Ministerio y RENFE, siguen sin aplicar el mandato del Congreso de los Diputados que exige la modificación sustancial de las condiciones del actual servicio Madrid-Puertollano. Estas instituciones, además, incumplen las más elementales normas de la cortesía parlamentaria negándose a dar respuesta a preguntas planteadas por diputados de la provincia –tanto del PP como del PSOE- sobre este tema.

  
Este tren hace su entrada en la ciudad imperial donde, pese a la nueva estación de estilo neo-mudéjar, no deja de ser un elemento extraño en el contexto de sus monumentos. A pesar de que a algunos les gustaría otra cosa y del mucho humo que nos venden, las águilas del escudo capitalino seguirán erguidas por encima de cualquier “rara avis”, que las pretenda emular.

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