Ramón Fernández Palmeral
Campo de Criptana, tierra de gigantes
Señor Azorín:
Land of Giants… “There they discovered thrty or dorty windmilss that can be found in field…” For many specialists in Cervantes and historians, the great writer was… No se preocupe usted que seguimos por la ruta de Don Quijote. Así empieza el catálogo que le dieron a mi mujer en las oficinas de Información y Turismo del Campo de Criptana, se ve que le vieron cara de turista, no sé cómo sucedió esta equivocación, si ella es de piel canela morena como las mujeres de Vandalia por no decir Andalucía, tiene los ojos marrones como la banda magnética de la tarjetas de crédito y el pelo una veces negro, otras con mechas, otras como la mermelada del albaricoque, o castaño o caoba, con el brillo de las plis de las peluquerías.
De Alcázar de San Juan a Campo de Criptana hay ocho kilómetros. Por fin tomamos la N-420, la travesía pasa por la zona sur de Campo de Criptana, sólo había que buscar el letrero que indica: Molinos de Viento. Cuando lo vimos encaramos el coche por una cuesta hacia lo que se conoce como cerro de la Paz, en el Albaicín de Criptada, como el barrio morisco de Granada. Aunque recuerdo que Cervantes no tenía muy buen concepto de ellos: «y de los moros no se podía esperar verdades alguna, porque todos son embelecadores, falsarios y quimeristas» (II.20).
Usted, le dedica las crónicas XI y XII a Criptana. Pasa desde la crónica X de la Cueva de Montesinos a Campo de Criptana: «He llegado a Criptana hace dos horas; a lo lejos, desde la ventanilla del tren, yo miraba la ciudad blanca, enorme, asentada en una ladera, iluminada por los resplandores rojos, sangrientos, del crepúsculo». Efectivamente Campo de Criptana tiene estación de ferrocarril, la que va dirección Valencia y Alicante. Usted ha emprendido una «caminata por la carretera adelante, hacia el lejano pueblo… Yo iba embozado en mi capa lentamente, como un viandante, cargado con el peso de las desdichas». Usted pregunta por la fonda, una fonda que no tiene nombre, le indican una casa que es vetusta, tienen un escudo; tiene de piedra las jambas y el dintel de la puerta. Alguien ha llamado a gritos a ¡Sacramento! ¡Tránsito! ¡María Jesús! Y a la vez le pide que se siente, no hay luz porque la «echan muy tarde», después le han dado la habitación, «la de dentro», ha salido la luz de la palmatoria, le ayuda a ver la cena, ya de noche con una luna suave, siente un placer íntimo, al escuchar el ladrido plañidero de los perros. Yo pregunté por la fonda, pero nadie me dio norte.
Usted sube con don Jacinto por callejuelas empinadas hasta lo alto donde, para no variar, «los molinos surgen vetustos». Nos cuenta lo que dice la guía de Richar Ford en su Handbook for travelller in Spain. Que los molinos se implantaron en La Mancha en 1575. Nos habla usted de una senda por donde van las mujeres enlutadas para besarle los pies al Cristo de Villajos. Villajos se sitúa a unos cuatro kilómetros hacia el Norte, ocupado desde tiempos remotos por el hombre, aparece en el documento citado en 1162 con Chitrana, Kero y Attires, como propiedad de la Orden de San Juan. En Criptana hay otras tres ermitas famosas, la de San Isidro, la de la Virgen de Criptana y la de la Paz que lleva el nombre del cerro.
Por las callejas estrechas, pendientes y retorcidas del caso viejo, logré meter el coche y llegar hasta la cumbre de la Paz, a placer de los vientos; este barrio es como un libro abierto del Quijote, donde el callejero tiene nombres como: Senda de los Molino, Dulcinea, Vizcaíno, Don Quijote, Gigante Briareo. Aparque al final de una calle del error, me pareció ver la de Alfonso Quijana, en lugar de Alonso, quizás este Alfonso era el hermano de don Quijote y padre de la sobrina Antonia Quijana. Una vez bajados del coche, las calles no tienen aceras, subimos unos escalones y ya vemos no treinta o cuarenta molino sino una docena de molinos. «En esto descubrieron treinta o cuarenta molino de viento que hay en aquel campo, y así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: -La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque vez allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas…» (I. 8). Hemos entrado en la más famosas de la ficciones del Quijote, sobre todo por la maestría de la fuerza del diálogo y la puesta en escena, el humor, y sentido de la verosimilitud, que ya Cervantes, seguramente, había leído en Tirant lo Blanc (1490) de Joanot Martorell (libro salvado por el cura y el barbero del escrutinio) o de Orlando furioso (1516) de Ludovico Ariosto, cuyo héroe es torpe, tímido e irritable, por lo que Cervantes también pudo haberle titulado a su libro El hidalgo furioso.
Está el molino llamado Sardinero con su palo gobierno anclado al suelo, desde allí, al otro lado norte vemos unos diez o doce molinos, las fotos salieron muy bien en el cerro de la Paz donde se encuentra la ermita del la Virgen de la Paz. Los turistas eran grupos de jóvenes españoles, que se fotografiaban en unas siluetas de madera pintadas y descabezadas con la figura de don Quijote y Sancho; no me pude aguantar las ganas de hacerme una foto, que por arte de encantamiento o de algún mago malandrín ha salido con mi cabeza repetida. El Cerro de la Paz cumplía la función de avanzadilla del Castillo de Criptana, surgido con la repoblación en el siglo XIII, y atrajo a la población circundante, talvez debido a lo saludable y ventajoso de sus aguas y sus aires. El nombre de Campo de Criptana está probado documentalmente a comienzos del siglo XIV.
En la tienda de souvenir está Teresa, la mujer de Sancho Barbero y su hija Marcela, porque como usted dice en su libro esto es «tierra de Sanchos». Compramos una figuritas metálicas de don Quijote y Sancho por 4 €, unas postales, unos cuadernos y alguna cosa más. La mujer de Sancho se llamaba Teresa, una veces se apellida Panza y otras Cascajo, tenía el matrimonio un hijo llamado Sancho y María Sancha, para la tercera salida Sancho convence a su mujer prometiéndole que le traerá otros cien escudos como los ya entregados, y ella, mujer practica y realista le dice a su marido que le pida un salario a don Quijote, y éste, que no tenía ni un pelo de tonto, le respondió que no recordaba haber leído que ningún caballero andante haya señalado salario a su escudero, y no tenía ejemplos para saber cuanto cobraba un escudero al mes o cada año. Más o menos, le dice, eran premiados con una ínsula, pero nada de soltar blanca, como buen político y diplomático, estudiará el tema. Porque jamás habrá oído usted decir un no claro a ningún político, pues estos se escapan por las ramas a los tejados, por si luego han de arrepentirse. Porque más vale buena queja que mala paga (II.7).
En la crónica XII, nos habla usted de «Los Sanchos de Criptana». Discretos amigos de Criptana tanto o más que los discretos y amables académicos de Argamasilla. Aquí vuelve a la ringla de dar nombres ya tópico en su recurso, y que recibió el improperio de Unamuno en carta del 14-V-1907. Los Sancho Panza de Criptana, quieren representar el espíritu práctico, bondadoso y agudo del sin par Sancho. Y es don Bernardo, el farmacéutico y músico, el autor de un himno a Cervantes que tocará en el armónium de la ermita.
Aquí arriba junto a los molinos de viento con sombreros picudos como embudos metálicos, descubrí o vi la luz al enigma del logotipo del IV Centenario, unas aspas X y debajo QVI-xote en castellano antiguo, dividido en dos partes como en la primera edición del Quijote, las dos aspas representan el velamen de un molino de viento, he podido averiguar que los autores del logotipo son Nicolás Reyners, Alberto Salván y Francisco Villar, de 2º de Diseño Gráfico del Instituto Europeo Di Design de Madrid. Escuelas de diseño de doce países presentaron sus propuestas.
Cada molino tiene su nombre y su alma, como los tendría un gigante; son diez y se llaman: Lagarto, que guarda un museo dedicado a aperos de labranza, Culebro, dedicado a Sara Montiel, Infante, Poyatos, donde se encuentra la oficina de turismo, Burleta, Pilón, dedicado al vino, Vicente Huidobro, Cariari e Inca Garcilaso (hombre, aquí tenemos a un poeta). El Sardinero conserva la maquinaria original. Los molinos tienen tres plantas llamadas silos. Para saber de los molinos de viento en el mundo hay que visitar la página de la biblioteca del Tío Kinke
Los molinos de España son construcciones del siglo XVI, posiblemente con patente de los Países Bajos, son maquinarias inauditas, vivas, cada pieza, cada tabla, cada rueda, tiene su nombre propio, algunos son tan conocidos como las aspas, vela, palo del freno, palo del gobierno, borriquillo, pero otros tan desconocidos como rueda catalina, contrapeso del alivio, guitarra o husillo de la interna. Y además hay registrados doce nombres para las diferentes direcciones de donde sopla el viento, lo que se llama Vientos del Molino. Me hubiera gustado mucho encontrar un molino con su nombre, señor Azorín, pero no lo tiene, se han olvidado de reconocer que este pueblo es conocido en el mundo literario gracias a las referencias que usted hizo en La ruta…
Entramos en el molino dedicado a Sara Montiel, siempre tan bellísima, como sacada de un encantamiento, cuadros, retratos, mantillas, tiene otros pisos, pero yo no subí arriba.
Si don Quijote murió, Sancho no, y permanece aquí vivo, entre esta gente laboriosa, amable, hospitalaria e industriosa del vino. En las Relaciones Topográficas de Felipe II (1575) se le adjudican unos mil vecinos y en el primer decenio del siglo XVII alcanzó una población entre mil trescientos y mil quinientos vecinos, actualmente tiene unos 14.000 habitantes. Hay una Asociación que se llama «Hidalgos Amigos de los Molinos» cuya presidenta es Dolores Martínez de Madrid Ortiz.
Cervantes hizo morir a su héroe para que no hubiera tercera partes, sin embargo, Filleau de Saint-Martín (París 1678), que hizo una traducción bastante libre, eliminando todo aquello que pecara contra el decoro, cambió los dos últimos capítulos de la Segunda Parte, y don Quijote no muere, y así pudo escribir una Tercera Parte en 1695, con variantes y sentido comercial, que es una actitud de los ilustrados ante el Quijote, más tarde llegaron los románticos alemanes que descubrieron en el Quijote valores metafísicos y casi un modelo filosófico.
Usted le pregunta al ilustre y heroico manco en su artículo «El secreto de Miguel», publicado en Ahora, en 1935:
«Te has ufanado siempre de ser un hombre de teatro. Tenías mucha razón. El Quijote es la novela de un hombre de teatro. Con el arte de interesar al público de modo tan extraordinario, tu novela había de alcanzar un gran éxito».
Usted tiene parte de razón, uno de los secretos de El Quijote es su puesta en escena de los personajes, y Criptana con sus molinos de verdad y no de viento ni de aire, es uno de los escenarios más impresionantes y célebres de la coreografía de los gigantes en danzas desaforadas.
Ahora toca tomar el camino a Puerto Lapice.