Manuel Fuentes Muñoz (Presidente de la Asociación de Usuarios de Alta Velocidad)
El escritor Félix de Azúa, publicó el pasado día 11 en el diario EL PAIS, un artículo sobre los monopolios heredados del pasado. Bajo el título “La cosa va bien”, critica las secuelas filofascistas que quedan en muchas empresas que, o han sido públicas, o siguen siéndolo en la actualidad. La crítica que realiza pone de manifiesto la realidad actual de muchas prácticas abusivas en estas empresas. Pero estas reminiscencias, en el caso de RENFE, son mucho más claras y explícitas que en ninguna otra.
El autor dice de estas entidades que practican “el desprecio del ciudadano, la concepción del cliente como esclavo o cautivo, la irresponsabilidad de su cúpula de consejeros, los inmensos privilegios de que disfrutan y la irremediable chapuza que producen”. RENFE, continúa Azúa, trata a sus pasajeros “como si fueran ganado”. En el contexto europeo el mejor referente de comparación, es con el servicio que se presta en Rumania. Y acaba con una frase lapidaria: “El terror ferroviario español es un clásico”.
Los usuarios habituales de los servicios de la empresa estatal, nos sentimos, en muchas ocasiones, maltratados y denigrados con esas prácticas. Aunque, lo peor es que nos imponen sus condiciones manu militari y en contra de las más elementales normas del mercado. Esto nos hace recordar otros tiempos que todos creíamos superados y hasta olvidados.
Esta empresa pública, tiene la malsana costumbre de utilizar la inversión normativa a la hora de aplicar sus normas de funcionamiento a los clientes. En primer lugar utilizan los usos y costumbres ferroviarios –en los que es fácil confundir discrecionalidad y arbitrariedad, como ocurre en la práctica -; después aplican las circulares y los “sacrosantos” reglamentos de servicio. La ley, las leyes, les pillan un poco lejos y la Constitución, sencillamente no la conocen en su código de conducta. El sentido común es algo de lo que carece la cultura organizativa de la compañía, salvo honrosas y minoritarias excepciones.
Pero RENFE, con la nueva Ley Ferroviaria, se ha garantizado el monopolio del transporte de viajeros hasta el 2010, año en el que, en teoría, se liberalizará el tráfico de viajeros por ferrocarril. En estos momentos hay servicios que se han empeorado, en los que de un cierto grado de modernidad y flexibilidad, se ha pasado a un sistema desfasado y rígido –casi ortopédico- en cuanto a las condiciones de acceso a los trenes. Este paso atrás evidente, es lo que ha ocurrido con el nuevo servicio de Lanzaderas puesto en funcionamiento el pasado mes de enero, entre Córdoba y Sevilla y entre Puertollano y Madrid. En este caso, todos los viajeros de RENFE nos sentimos cautivos, ya que no existe competencia alguna. Estos son ejemplos del ensañamiento de los gestores de RENFE contra sus indefensos clientes, a los que antes han atado de manos y pies para golpearles después en sus derechos, sus economías y, sobre todo en su dignidad.
La empresa estatal necesitará una más que profunda renovación cuando quiera entrar en el mercado de la liberalización del transporte. Y tendrán que tomarse decisiones políticas muy importantes y al máximo nivel, para erradicar esas prácticas anacrónicas, ya que, los actuales gestores corporativos están incapacitados para llevarla a cabo, por la contaminación que padecen. Pero, mientras tanto, ¿qué pasará con los actuales clientes del “terror ferroviario español”?