Rosario Arévalo (Consejera de Medio Ambiente)
Las Naciones Unidas han designado el 22 de mayo como día para conmemorar la firma del Convenio sobre la Diversidad Biológica presentado en la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo de Río de Janeiro en 1992.
Nuestra especie no es la única existente sobre el planeta. Nos acompañan, entre otros grupos, al menos 250.000 especies de plantas, 47.000 de hongos, 750.000 de insectos, 9.000 de aves y 4.000 de mamíferos.
Todas ellas se ubican sobre un conjunto de diferentes ecosistemas complejos, que cubren la práctica totalidad de la biosfera, desde las cumbres de las más altas montañas hasta los fondos de las fosas marinas abisales, los desiertos, los bosques, las sabanas o las zonas polares de la tierra, por muy duras o extremas que sean sus condiciones ambientales. Y todas están relacionadas entre sí por complejos mecanismos ecológicos de interrelación entre los seres vivos y el medio en el cual viven y sobreviven.
Los individuos de cada especie se caracterizan, a su vez, por poseer un genoma, es decir el conjunto de genes que definen a cada individuo y que a su vez presentan gran variabilidad entre los diferentes individuos.
Estos son los tres niveles sobre los que opera la diversidad biológica: los genes, las especies y los ecosistemas.
Se ha constatado que la pérdida de diversidad biológica en la actualidad es elevada y tiene lugar a un ritmo muy superior a la que se ha experimentado en cualquier otra época de la civilización. Ello es consecuencia del crecimiento de la población humana y de su capacidad para transformar nuestro entorno natural, repercutiendo sobre el resto de seres vivos que nos rodean y nos acompañan en la aventura de la vida, y que pueden producir pérdida de diversidad a cualquiera de los tres niveles señalados.
La pérdida de diversidad biológica también es una amenaza para nuestro país, aunque sea uno de los países de la Unión Europea con más habitats naturales no degradados.
No hay más que recorrer la extensa meseta para constatar el grado de transformación de los ecosistemas en el corazón de nuestro país, que estuvo cubierta de encinares y matorrales hace tan sólo un milenio y que, a lo largo de los siglos, fue sometida a un proceso continuo de desarbolado o la presión urbanística y de ocupación del territorio al que ha sido sometido la costa mediterránea.
Pero no sólo han desaparecido los bosques; los planes de transformación puestos en marcha por el hombre durante épocas supusieron la desaparición de un gran número de importantes humedales y una gran longitud de ecosistemas fluviales, a consecuencia de la intensa explotación de las aguas subterráneas. Y siendo hoy día emblema de la pérdida de biodiversidad en la península ibérica uno de los felinos más bellos y amenazados del Mundo: el lince ibérico.
Todo ello es consecuencia de la tendencia a entender el desarrollo como una lucha del hombre contra un entorno hostil, dejando por el camino un reguero de pérdidas de biodiversidad, poniendo en riesgo la salud de nuestro planeta y por tanto nuestra propia subsistencia, e hipotecando el futuro de nuestros descendientes.
Hasta ahora hemos confiado en la tecnología para resolver los problemas que nuestra actividad iba generando, pero cada problema derivado del modelo de desarrollo impuesto por la sociedad de consumo tiende a aplicar una solución sin tener en cuenta la variable medio ambiental. El modelo de desarrollo sostenible que impulsan los países de la Cumbre de Río de Janeiro es la herramienta para dar respuesta a la interacción entre el desarrollo de la humanidad y la protección y conservación de la Tierra.
Es una espiral de deterioro ambiental que es preciso romper. De ahí la importancia que damos actualmente al concepto de desarrollo sostenible y a la conservación de la diversidad biológica, que es un claro indicador de sostenibilidad. Si desaparece una especie, un ecosistema o un gen, es señal de que una parte de nosotros y de nuestro futuro está en peligro. La responsabilidad es de todos y cabe pensar globalmente pero actuar localmente.
Sirva este 22 de mayo para reflexionar sobre todas estas cuestiones que no son en absoluto ajenas a cada uno de nosotros y por tanto a cada uno de los ciudadanos de Castilla-la Mancha.