Más de medio siglo de religiosas teatinas en Ciudad Real

Eduardo Muñoz Martínez.- Apenas unos meses faltaban el pasado 26 de mayo para cerrar una etapa histórica en el devenir de nuestra capital provincial, y es que en las postrimerías de este 2024 se hubiesen cumplido 58 años de presencia Teatina en Ciudad Real. Y es que las primeras Religiosas de esta congregación atracaban en este «puerto de tierra adentro», a finales de 1966.

Llegaron con un claro objetivo, atender las necesidades administrativas y asistenciales de una «Casa, – o residencia -, Sacerdotal» que, todo hay que decirlo, aún no estaba construida del todo. Haciendo un poco de memoria, hay que recordar que el edificio, que se encuentra en la céntrica Calle de Alarcos, se levantó en terrenos del antiguo Seminario Diocesano, que muchos de nosotros hemos llegado a conocer.

Con el amor como única regla, esta comunidad ha gobernado y, o atendido, dicha «institución» que el 9 de febrero de 1967 bendecía el Nuncio Apostólico de Su Santidad, por entonces Antonio Riberi, que había sido invitado para la ocasión por el Obispo de la Diócesis, en aquellas calendas, Juan Hervás y Benet, quien el día 5 de junio de 1967 firmaba el decreto que oficializaba la erección canónica de la precitada comunidad.

Obviamente, y porque no puede ser de otra manera, nos unimos a las palabras, -que hemos podido leer en la Hoja Diocesana «Con Vosotros» -, de agradecimiento a las religiosas por su labor, durante más de 50 años, de servicio a los sacerdotes de la diócesis, de una manera callada, sencilla, pero muy comprometida con la vocación de servicio a Dios y a los hermanos.

Es comprensible que para muchos, y muchas, de los probables lectores o lectoras, no sea demasiado conocida la identidad de las Religiosas Teatinas, por ello me tomo la licencia de adentrarme un poquito en sus orígenes y decir que fueron fundadas con el nombre de «Congregación de Religiosas Teatinas de la Inmaculada Concepción» en 1583, por la hoy Venerable Úrsula Benincasa, en Nápoles (Italia), con un sólo deseo: La Gloria de Dios y la salvación de las almas.

Efectivamente, «se trataba de un día agridulce, dulce por la acción de gracias por todo el trabajo impagable que han realizado y agrio por la marcha de las religiosas». Ese día quedará para siempre en los anales. Era el domingo, 26 de mayo, de 2024.

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