Eusebio Gª del Castillo Jerez.- Alumnos que se reúnen para debatir acerca de los grandes clásicos de la literatura universal y mejoran sus resultados académicos; padres y docentes trabajan codo con codo para mejorar las infraestructuras del colegio; la comunidad volcada en la educación de los niños y participando en las clases; trabajo cooperativo, en valores y fomentando la inclusión, y resolución de conflictos mediante el diálogo. No hablamos de Finlandia, paradigma de la excelencia educativa, sino de Castellar de Santiago, y de unas prácticas, las Comunidades de Aprendizaje, que están revolucionando la vida de decenas de centros educativos en toda España, mejorando resultados académicos y la convivencia en los colegios.
Las Comunidades de Aprendizaje son un conjunto de actuaciones educativas de éxito que implican a todas las personas que, de forma directa o indirecta, influyen en el aprendizaje y el desarrollo de las y los estudiantes, incluyendo a profesorado, familiares, amigos, vecinos del barrio, asociaciones, voluntarios, etc., están dirigidas a la transformación social y educativa y avaladas por la comunidad científica internacional.
Uno de los dos colegios de la provincia de Ciudad Real inmersos en el proyecto Comunidades de Aprendizaje es el Centro de Educación Infantil y Primaria (CEIP) San Juan de Ávila de Castellar de Santiago. María Auxiliadora Sánchez Márquez, la orientadora que participó en su puesta en marcha allá por 2010, y Lourdes Verdejo, una de las madres voluntarias, implicada en la iniciativa, relatan su experiencia en torno a las Comunidades de Aprendizaje.
Primeros pasos
El principal requisito para implantar las Comunidades de Aprendizaje es que los docentes quieran (los padres siempre quieren). Y no es fácil, porque implica cierta formación, trabajar de otra manera y, sobre todo, porque significa reconocer implícitamente que las cosas no estaban haciendo del todo bien. No se puede imponer, es necesario el consenso o, al menos, un 80% del claustro implicado en su puesta en marcha. «Hay que aparcar los desacuerdos. Si no te lo crees, no sale. Es un modelo ideológico y democrático que, incluso estando de acuerdo, cuesta llevarlo adelante», confiesa Auxi Sánchez, que, no obstante, matiza que se trata de una cuestión «apolítica».
Sin embargo, experiencias como la del CEIP San Juan de Ávila demuestran que, a pesar de las ocurrencias de unos y otros en materia de política educativa y de la merma de los recursos a causa de los recortes, cuando una comunidad, o un pueblo, se implica en la educación de sus niños y niñas y se emplean prácticas basadas en evidencias científicas, existe un amplio margen de mejora, y no sólo en lo que a resultados académicos se refiere.
«Yo soy madre trabajadora y me quito de mi tiempo para poder ir al colegio, porque sé que los niños están mejor, porque los resultados académicos mejoran y también la convivencia, no ya del centro, sino la de todo el pueblo. Ha mejorado mucho», asegura Lourdes Verdejo.
Tras realizar un seminario de formación, los profesores del colegio de Castellar de Santiago convocaron a los padres a una asamblea general para presentarles el proyecto. Acudieron 150 familias y todas votaron a favor de que se implantaran las Comunidades de Aprendizaje. Posteriormente se presentó también a los alumnos.
«Nos pidieron que fuéramos todos, padres y madres, y al contárnoslo lo hicieron de tal manera que nos trasladaron el entusiasmo. Era algo nuevo, que mejoraba los resultados académicos, la convivencia y que significaba vincularnos más al centro. El llamamiento del claustro fue tan emotivo que dijimos todos que sí», recuerda Lourdes Verdejo.
Soñando una escuela mejor
Como todo gran proyecto, las Comunidades de Aprendizaje comienzan con un sueño. Se trata de que todos los agentes implicados, padres, profesores, alumnos y toda la comunidad imagine el colegio que querría. En Castellar de Santiago esta fase fue especialmente emotiva, pues coincidió con Navidad. «Pusimos buzones para que explicaran cómo querrían que fuera su escuela. Salimos a la calle, al mercadillo, fuimos a la plaza…», recuerda la orientadora
Una vez recopilados los sueños, a continuación se efectuó una selección de prioridades, en la que participaron maestros, padres y alumnos, que se dividieron en áreas temáticas: biblioteca, infraestructuras, convivencia, aprendizaje, actividades extracurriculares, etc.
A partir de ahí se fueron conformando las primeras comisiones mixtas (grupos de trabajo en los que participan los padres y también alumnos).
Ha pasado mucho tiempo, pero Auxi Sánchez recuerda todavía algunos de aquellos sueños: que se pusieran en marcha las tertulias dialógicas, realizar actividades con personas mayores, que hubiera varios profesores en el aula, tener un salón de actos, que se abriera el colegio por las tardes, promover una mayor participación de las familias, abrir el aula matinal, contar con un aparcamiento para bicicletas, un paso de peatones o un felpudo para la entrada.
Un equipo directivo, señala, no daría abasto para sacar adelanta estas y otras tantas cosas, mientras que mediante las comisiones mixtas se consigue alcanzar muchos más objetivos y de forma más rápida. «Por ejemplo -recuerda-, se pidió una camilla para una niña que necesitaba fisio y fue tan fácil como que una comisión lo trató y alguien del pueblo que tenía una nos la dejó. Se agiliza todo mucho más y se consiguen más cosas».
Durante el curso que acaba de concluir, el CEIP San Juan de Ávila se ha marcado nuevos objetivos. «Este año se ha decidido volver a soñar», cometan desde el claustro del colegio. Tras un lustro, la mayoría de los sueños, los más factibles, se han hecho realidad, «aunque las utopías siguen estando ahí».
Grupos interactivos
Auxi Sánchez comenta que es complicado implantar de golpe y en un sólo curso académico todas las actuaciones educativas de éxito incluidas en las Comunidades de Aprendizaje. Así, en el CEIP San Juan de Ávila de Castellar de Santiago, se han puesto en marcha progresivamente. «Todo de golpe no se puede hacer, es necesario hacerlo poco a poco y bien».
En los grupos interactivos los alumnos se dividen en agrupaciones heterogéneas en cuanto a nivel, ritmo de aprendizaje, sexo y otros aspectos. Cada equipo, de unos 5 alumnos aproximadamente, realiza una actividad concreta durante un período de tiempo determinado no demasiado largo (unos 20 minutos). En cada mesa se trabaja una actividad diferente y los grupos van cambiado de puesto durante alrededor de una hora y media. En cada mesa se sienta un adulto, un voluntario que participa en el proyecto.»Podrían ser profesores, pero una madre, por ejemplo, tiene otra experiencia, otro bagaje; incluso gente mayor que desconoce los contenidos que están trabajando, porque lo que aporta es su experiencia». En realidad, el papel del voluntario es de mediador, es la figura del adulto. No tiene que explicar nada ni tiene por qué conocer la materia, porque todo se basa en que los alumnos se ayuden entre ellos y en el trabajo entre iguales.
«A los voluntarios nos asignan un curso, y adquirimos el compromiso de ese día y a esa hora ir al colegio», explica Lourdes Verdejo. Para esta madre, entrar en el aula es un «privilegio» que sirve, además, para valorar «mucho más» la labor de los profesores. «Cualquier duda que podamos tener sobre el profesor, en el aula se nos quita».
«Lo normal es que entremos en un aula en la que no tengamos hijos», apunta. «Participamos madres y padres, abuelos, alumnos de magisterio, antiguos profesores… El profesor nos da la actividad y la repartimos . Nuestra misión es dinamizar el grupo. Uno de los alumnos la explica y comienzan a trabajar. Intentamos que todos participen, que el que no sepa tenga suficiente confianza para preguntar y que sus compañeros se lo expliquen. Al principio cuesta pero ya se han habituado a trabajar así y han mejorado el resultado académico y la convivencia entre ellos».
Lourdes Verdejo recuerda que uno de los estudiantes llegó a quinto de primaria sin saber leer. «Tenía problemas en casa y una mala relación con los compañeros». Gracias al trabajo en grupos interactivos, asegura, ese niño se ha integrado perfectamente y ha aprendido a leer y a sumar. Subraya que la atención a la diversidad la han puesto en práctica sus propios compañeros. «Nosotros hemos visto cómo a lo largo del año aprendía a leer gracias a sus compañeros, gracias a esta manera de organizar el aula».
«Este niño repetía cuarto y recibía la atención de la especialista en pedagogía terapéutica, pero pudimos conseguir poco, estaba desmotivado y no venía a clase», añade la orientadora. «Tenía un historial de absentismo, pero conseguimos que viniera a clase, de hecho decía que lo que más le gustaba del colegio era educación física y grupos interactivos. Es una actividad que comparte con los demás, viéndose capaz de hacer las mismas cosas que sus compañeros con su ayuda. Los PTs lo han seguido apoyando en los grupos interactivos y sus propios compañeros le animaban y le felicitaban. Era un gustazo ver eso. Sacarlo fuera del aula nunca funcionó, todo cambió a raíz de incluirlo y de incluir a su madre también en las tertulias».
«Desde el punto de vista de los voluntarios es una pasada, los niños te valoran, te quieren, te ven por la calle y te abrazan. Ellos mismos les piden a sus padres que vayan al centro porque les encantan los grupos interactivos», añade Lourdes Verdejo. «Además, los antiguos alumnos piden a los profesores de instituto que hagan las clases así y se reúnen para estudiar de esta manera. Ya se han acostumbrado a trabajar en grupo».
Auxi Sánchez constata que, mediante la puesta en práctica de los grupos interactivos, se consigue que incluso alumnos con grandes desfases curriculares mejoren su rendimiento académico. «Se refuerzan los valores, se trabaja de forma cooperativa y las familias conocen de primera mano lo que sucede en la escuela. Todos reman en la misma dirección, y es una actuación completamente inclusiva».
Además, la dinámica puede trasladarse a otros ámbitos, como para trabajar acerca del Día de los Derechos del Niño o de la Igualdad de Género. «Los tutores no quieren perder ningún grupo interactivo porque los alumnos trabajan el triple», subraya.
Tertulias dialógicas
Son otro de los pilares de las Comunidades de Aprendizaje. Auxi Sánchez desgrana su funcionamiento: se eligen uno o varios libros en cada clase para su lectura a lo largo del curso. «Es importante que sea literatura de calidad, como El Quijote, Platero y yo, El lazarillo de Tormes o La Odisea». A partir de ahí se crea una dinámica de trabajo basada en el diálogo. Los alumnos van leyendo el libo y semanalmente se lleva a cabo una tertulia de una hora de duración, aproximadamente. «Sentados en círculo, comienzan por el primer capítulo y van haciendo un recorrido por cada página, debatiendo acerca de qué parte les ha gustado. Previamente, durante la lectura en casa, han marcado una frase o un párrafo que les llamara la atención, les impactara, emocionara o evocara algún recuerdo». Aclara que no tiene que ver tanto con la importancia del texto o lo que haya querido decir el autor, sino como con algo vivencial. «Página a página se van poniendo todo lo que sacan en común. A veces, incluso, hay que parar porque salen cosas muy personales. Se abren muchos debates y también se plantean dilemas o conflictos. Las tertulias tienen un alcance impresionante. Cada vez que entras en una tertulia, en las que los niños tienen la oportunidad de expresarse oralmente, te llevas una sorpresa».
En el centro educativo de Castellar de Santiago esta actuación se implantó desde el primer año de las Comunidades de Aprendizaje. «Se incluyó en el plan de lectura y fue muy fácil. Sacando dinero de debajo de las piedras conseguimos comprar los libros», recuerda la orientadora. «Libros que se quedan a disposición del centro y van rotando cada curso». De esta forma, los alumnos, en el recorrido desde infantil, donde se trabaja con cuentos tradicionales, hasta que acaban la primaria, leen, como mínimo, seis clásicos de la literatura universal. «Más que muchos adultos, y eso antes de llegar al instituto». Una práctica que, además, genera un hábito de lectura.
Esta actividad desarrolla tanto la competencia lectora como la expresión oral, destaca Auxi Sánchez. «El valor de los argumentos frente a las relaciones de poder, una de las claves de este proyecto y el diálogo de igual a igual. Se crea un ambiente en el que nadie juzga a otro, nadie tiene la razón porque sí».
Aparte de las tertulias que se realizan en las clases, la dinámica se puede trasladar a otras situaciones. «La adaptamos para trabajar contenido científico con alumnos de quinto y sexto, mejorando sus resultados académicos».
El impacto de las tertulias dialógicas llega hasta los hogares. «Como los niños se llevan los libros a casa para trabajarlos a nosotros nos ha picado el gusanillo de leer literatura clásica», comenta Lourdes Verdejo. «Algunas madres hemos creado una tertulia de familiares y todos los miércoles por la tarde nos reunimos con un café y comentamos el capítulo que hayamos pactado esa semana».
Comisiones mixtas
Las familias entran a formar parte activamente de la gestión del centro a través de grupos de trabajo, denominados comisiones mixtas. En ellas se trata de cristalizar las prioridades establecidas durante la fase del sueño y se organizan según áreas de actuación (comisión académica, de infraestructuras, de convivencia, voluntariado, actividades complementarias, etc.). En el CEIP San Juan de Ávila se reúnen una vez al mes y, con menor frecuencia, se realiza un encuentro entre representantes de cada una de las comisiones.
Desde poner un felpudo, a organizar talleres impartidos por los padres o conseguir una plaza de aparcamiento para discapacitados, el ámbito de actuación de las comisiones es muy amplio.
De esta forma, las familias «están metidas» en la gestión del centro. Incluso la Comisión Gestora (con representantes de cada una de las comisiones) participa en las Comisiones Coordinación Pedagógicas (CCP) cuando se trata la organización de actividades.
Auxi Sánchez hace hincapié en la comisión de convivencia, que reúne a representantes de padres, profesores y alumnos. Los alumnos tienen, además, semanalmente asambleas, en las que hablan de problemas de convivencia, conflictos. «Desde primero de primaria hacen sus actas. Salen conflictos que muchas veces pasan desapercibidos o que no conseguía resolverse. Entre ellos mismos daban con las soluciones a los problemas. Algunas muy sencillas, pero que tal vez no se nos hubieran ocurrido, y funcionaban. No es algo utópico, es completamente real», asevera.
Por último, Lourdes Verdejo aboga por solucionar los conflictos de relaciones del centro con las familias de manera dialógica, democrática, como hacen los niños. «Nos han enseñado a que es posible dar con el problema y encontrar soluciones».
Modelo dialógico de prevención de conflictos
Este modelo de prevención y resolución de conflictos se basa en el diálogo como herramienta para superar las desigualdades. Trata de lograr el consenso entre las partes implicadas, especialmente entre alumnado acerca de las normas de convivencia. Con esta práctica se logra una mejora cualitativa de la convivencia, tanto en los centros como en la comunidad educativa, generando espacios de diálogo previenen los conflictos.
Desde el claustro del CEIP San Juan de Ávila comentan que esta práctica es la más complicada a la hora de ponerla en práctica y desarrollarla.
Otra de las prácticas, quizá la más complicada a la hora de ponerla en práctica y de desarrollarla. Se están danto algunos pasos pero aún no está consolidada en el centro.
Formación
La formación es «muy necesaria» y da el respaldo para la correcta aplicación de las actuaciones que implica el proyecto. «Parece todo muy sencillo, pero por eso corre el peligro que se desvirtúe», subraya Auxi Sánchez. En ese sentido, los docentes participan anualmente en un seminario sobre Comunidades de Aprendizaje.
Una experiencia muy buena que, sin duda, mejora la calidad de la enseñanza de vuestra escuela.
¡¡Enhorabuena por vuestro trabajo!!
Buen reportaje, extenso, pedagógico, humano, educativo…
Ya hubo experiencias similares hace décadas y hoy hay otras también.
Todo lo que sea en beneficio de la cultura y la educación debe ser atendido y apoyado.
Adelante con el proyecto!
Enhorabuena por el trabajo del cole y por otro tipo de periodismo.
Me gusta la idea de una escuela diferente y participativa. Supone mucho más trabajo para todos, pero muchos mejores resultados para los alumnos.
Interesante lo que se aprende y cómo se aprende.
Gracias por el reportaje de algo que se vive en nuestra provincia y que nos interesa en el día a día a muchos de nosotros. Los medios locales deben acercar la realidad local.
Gracias.
Felicito a esos compañeros. ¡Ojalá estas iniciativas se divulguen y multipliquen!
Gran proyecto educativo comunitario y gran reportaje para divulgarlo. Esto es educación de verdad, y periodismo de verdad
[…] resultados académicos como en la convivencia en los centros. Recientemente este diario publicó un reportaje sobre su implantación en el CEIP San Juan de Ávila, en Castellar de Santiago. Este experto, reconocido internacionalmente, considera que sin diversidad no hay excelencia en el […]
Me ha sorprendido muy gratamente conocer esta experiencia y en mi pueblo. Os felicito a toda la comunidad educativa, alumnos/as, madres/padres y maestras/os por implantar y llevar a cabo entre todos esta educación que seguro que dará -y estará dando ya- excelentes resultados para vosotros/as y todo el pueblo. ¡Felicidades Castellar de Santiago!