Eusebio Gª del Castillo Jerez.– La actriz Sonia Ruiz Parra ha remozado su página web. Una excusa perfecta para abordarla y curiosear acerca de su trayectoria, su labor como docente y de alguna de sus inquietudes artísticas. No dejamos pasar la oportunidad de preguntarle a esta filóloga tomellosera por su trabajo académico sobre el teatro español en el exilio, por su paso por la Fundéu BBVA o los diferentes proyectos que desarrolla en la asociación Acento.
Pregunta.- Entre la docencia y la interpretación ¿Cuál antepondrías si tuvieras que elegir?
Respuesta.- A día de hoy antepongo la docencia porque en ella he encontrado un hueco laboral. Sin embargo, si la interpretación me brindara la oportunidad de llenarme la tripa tanto como el alma, hoy, con 30 años recién cumplidos y la sensación de que el tiempo pasa y hay una vida imaginada desde cría que no estoy viviendo, elegiría actuar. Cada día. Aunque al final retornara a la docencia. La emoción de la empatía con esos alumnos que captan cada coma de tu discurso, cada porqué de las cosas que les planteas en el camino, es muy parecida a la emoción del aplauso. También en cuanto al ego.
P.- También dejas un hueco para la fotografía
R.- Sí. Hasta hace cuatro años era una mera afición. Desde entonces, cuando una persona muy especial y todos mis familiares y amigos decidieron regalarme una buena cámara por mi cumpleaños, además se convirtió en una responsabilidad. Muy a pesar de algunos amigos, la cámara suele acompañarme casi siempre. En cualquier caso, mis conocimientos son nulos, a pesar de que reconozco que no tengo mal ojo. Tengo la suerte de tener algunos amigos muy cercanos, profesionales en este campo. Además de admirarles, aprendo de ellos. Mucho. Eso sí, por avatares de la vida, a lo tonto me he marcado ya unas cuantas exposiciones colectivas y una individual. Por otro lado, hay una modalidad dentro de la fotografía que me fascina y es la estenopeica. Es mágico y misterioso realizar fotografías al más puro estilo tradicional: luz, tiempo y químicos. Maravilloso.
P.- ¿Qué más te inquieta?
R.- La danza. Llegará un día en que pueda conectarlo todo y reine la armonía en mi espíritu: el teatro, la música, la voz, la fotografía, la pintura, la danza, … Danza de muchos tipos: danzas del mundo que, sencillamente, me hicieron feliz cuando formaban parte de mi rutina en Toulouse, en Portugal, … El tango donde, sin querer, el abrazo es más pasional, los ganchos más sexuales y los giros más tremendos que en la vida real. También la danza contemporánea que, de todas, es la deuda pendiente. La inquietud próxima.
P.- Tu currículum sobre las tablas refleja una vinculación absoluta al teatro amateur ¿No ha llegado la oportunidad o tu trabajo te impide sumarte a proyectos profesionales?
R.- Ni ha llegado la oportunidad, ni mi trabajo me permite sumarme a un proyecto profesional. Pero tampoco he buscado a fuego la oportunidad, ni he arriesgado un trabajo estable para dar el salto profesional. Cuando he asistido a algunos cursos a los que sí que acudían actores profesionales, he tenido y tengo mucho complejo por no haber estudiado como ellos en una escuela, por sentir tanto pudor cuando son extraños los compañeros y no los amigos de toda la vida. Sin embargo, cuando entre cafés y cigarros se han interesado por lo que hacía y por cómo lo hacía, han alucinado. Nuestra manera de hacer teatro no es concebida como aficionados, sino como profesionales pero, a veces, con más medios que ellos (sí, aunque suene paradójico). Ni escatimamos en vestuario, ni en escenografía, ni en formación si es necesario, ni en tiempo y dedicación, ni en postproducción (montaje de la obra, fotografía, cartelería, promoción, etc.). Además, estrenamos en un teatro con unas condiciones técnicas y de espacio, inmejorables. Dónde está la diferencia, entonces. Pues en la formación, principalmente (que no es poco), y en que ensayamos a partir de las diez de la noche y nunca cobramos individualmente, como es obvio. La pena es que algunos proyectos, a pesar de no tener un sello profesional que lo avale, son muy válidos y las puertas de salas o teatros del ámbito más profesional, nos las encontramos cerradas. A pesar de la validez del proyecto.
P.- Existen salas especializadas, y circuitos dedicados, incluso podríamos decir que un público seguidor de estas propuestas ¿Crees que el teatro amateur está suficientemente reconocido?
R.- Para empezar, el teatro aficionado tiene las puertas del teatro profesional cerradas, pero el teatro profesional sí que encuentra las puertas del aficionado abiertas. Esto lo vemos en diversos certámenes o festivales de teatro amateur en el que te encuentras con grupos que, o bien están en el último año de carrera de arte dramático, o bien ya han terminado, pero entre un trabajo y otro tiran por la vía del aficionado para sacar algo más de pasta. Porque aunque no mucha, sí que hay pasta en los circuitos de teatro aficionado. Al menos la suficiente para un grupo de teatro amateur. No tengo ni idea de cómo funcionan los profesionales, pero nosotros tenemos la suerte de contar con una campaña de fomento teatral desde la Diputación provincial, que nos nutre económicamente para poder seguir montando nuevas producciones. Esto es un lujazo, claro. Sin embargo, cuando te dispones a ampliar fronteras y concursas para festivales y certámenes de teatro aficionado, a veces te encuentras con una problemática interna dentro del mundo del amateur: formar parte de la federación de teatro aficionado, o no. Ser independiente hace disminuir algunas oportunidades. Esa es la verdad.
En mi mundo ideal, me encantaría que se reconocieran los buenos proyectos, más allá de la etiqueta de amateur y profesional, porque en ambas hay de todo, de lo mejor y de lo peor.
P.- El nivel de exigencia, en cualquier caso, tiene poco de amateur
R.- Esto depende mucho del director del proyecto, claro, pero he tenido la suerte de contar con los mejores: Carmen Abad, Miguel Ángel Berlanga y Ana Lomas. Tres cocos, que el coco es muy necesario en esto de hacer teatro.
P.- ¿Prefieres actuar, dirigir o, si se puede, las dos cosas?
R.- Actualmente prefiero actuar. Es algo para lo que siempre me siento preparada, sensación que con la dirección no tengo. Dirigí una vez porque la obra llegó a mí y lo vi clarísimo. Fui capaz de defender todo de aquel proyecto y muchas ideas acumuladas en la cabeza que pudieron ver la luz entonces. Estoy segura de que llegará otro momento como ese y dirigiré otra vez y lo disfrutaré tanto o más que la primera. Eso sí, compaginar ambas, no. Eso para los genios.
P.- ¿En qué tipo de papeles te sientes más cómoda?¿Te gusta arriesgar con los personajes?
R.- Dramáticos. Aún no he tenido la oportunidad de decir que trágicos, porque lo único que hice trágico lo dirigí, no lo interpreté, pero me encantaría.
La comedia es para mí el más alto pedestal. La admiro, la trabajo, la pongo en escena, pero me espanta. Hasta la comedia, la sufro. Soy dramática.
El riesgo con los personajes no es una elección mía, pero lo hay y me chifla.
P.- ¿Alguna anécdota inolvidable de tu trayectoria como actriz?
R.- Innumerables, pero una que suelo contar, muy poco profesional, por cierto, es la de nuestra actuación en Berlín. Sí, guau, Berlín, qué buenos que somos, pero lo cierto es que era un 28 de diciembre, hacía un frío que pelaba, todos los estudiantes en sus hogares germanos y la sala de teatro independiente donde actuamos con un público muy reducido, el 90 por ciento, amigos, o dicho de otra manera, de los diez asistentes, cuatro alemanes (y creo que exagero). La cuestión es que hacía frío, mucho frío y en una de las ocasiones que salí de escena, puesto que actuaba descalza, me puse unos calcetines extremadamente calientes, por tanto, en consecuencia, extremadamente llamativos y candorros. Está claro, ¿no? Me toca salir y qué no hago: quitarme los calcetines. ¡Qué vergüenza! Me tomé una licencia dramática y al segundo de darme cuenta me retiré a mis aposentos para quitármelos.
P.- ¿Utilizas tus dotes interpretativas en el aula?
R.- A veces más que en el escenario, o en el atril. Por ejemplo, a mí me encanta enseñar a leer a los chicos. A ver, son de Secundaria, ya saben leer, pero me refiero a enseñarles a leer de verdad, con intención, con juego, con belleza. Pues ahí, en clase, en confianza, de vicio. Pero luego, por ejemplo, en clase de doblaje, soy un paquete. Me acobardo y no me crezco. Necesito tiempo para dejar a un lado la inseguridad que, aunque a veces no lo parezca, me caracteriza.
P.- ¿Por qué te interesó el teatro español en el exilio, que te llevó a investigarlo?
R.- El teatro español en el exilio fue una sugerencia de mi director de tesis, Jesús Barrajón. Me recomendó que acotara el estudio a un autor en particular y, casualidades de la vida, me mudo a Toulouse con una beca Leonardo da Vinci, la ciudad que acogió al dramaturgo José Martín Elizondo en su exilio. Conozco a su viuda, Madeleine Poujol, de una forma muy triste y especial, y en ella encuentro la motivación e interés necesarios para llevar a cabo la investigación. Además de por estas circunstancias, considero que estudiar el teatro del exilio debería ser una necesidad cultural de nuestro país. A mí particularmente me interesó por lo mucho que tiene de neovanguardias en su forma y de crítica social y política en su fondo.
P.- Tras tu experiencia en la Fundéu BBVA ¿Puedes desvelar en qué se equivocan más los periodistas?
R.- Esta pregunta me hace sonreír mucho, tanto por el buen recuerdo que tengo de mi paso por la Fundéu, por lo mucho que aprendí allí y por lo que me mola ahora decir que formé parte de aquello, aunque fuera por poco tiempo. Yo creo que el error más común entre los periodistas es inalienable a su oficio: la prisa.
P.- ¿Los medios cometen más errores ortográficos o deontológicos?
R.- Sobre todo hay falta de reflexión y una relajación ante la norma lingüística. Mucho de lo que leo en los medios de comunicación es más propio del lenguaje oral que del escrito. Sin caer en el pedantismo, se puede ser inmediato y eficaz sin dejar a un lado la calidad que se ha intentado establecer durante tantos años. También en los nuevos medios.
P.- Háblanos de Acento
R.- Acento es una de las cosas que más me enorgullecen en los últimos tiempos. Todos sus integrantes (en la junta directiva, un historiador del arte, un informático, una artista visual, dos ilustradores, una traductora y una yo) estamos cada día más ilusionados y con más ganas de llevar a cabo los proyectos que tenemos en mente. Tenemos diferentes focos de interés: el de gestión cultural, ayuda social, difusión cultural y artisteo vario. En dos años hemos llevado a cabo más proyectos culturales en Tomelloso, a base de voluntad, que el propio ayuntamiento, que ha salido poco de su sota, caballo, rey en cuanto a cultura se refiere.
En cuanto a nuestra labor como gestores culturales: hemos montado varias exposiciones colectivas de diversas temáticas: el café, el papel, el perro, los premios Cervantes, a beneficio de Cáritas, etc.
Además disponemos de distintas plataformas de difusión: blog, revista, redes sociales, etc. Presumimos de que nuestra revista tiene ISSN, por lo que resulta de interés para diferentes estudiosos publicar sus artículos con nosotros.
En cuanto a lo social, llevamos a cabo dos proyectos de sensibilización: ON y ACCIÓN, el primero de pintura y el segundo de teatro y videocreación.
Entre nosotros, intentamos además volcarnos con algunos proyectos personales que terminan embaucando a todo el mundo, como puede ser el último que acabamos de estrenar: el documental Perro, demasiado humano, dirigido por mi compañera de ACENTO, Clara López Cantos.
Tenemos muchas ideas por parir y todos estamos convencidos de que daremos mucho que hablar.
Del titular me sobra la palabra «la»
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