Santos G. Monroy.- Se respiraba una calma amortiguada por palabras de preocupación en la Plaza de la Constitución de Puertollano, frente al Ayuntamiento. Los trabajadores de Solaria, acompañados de sus familias, han acudido esta tarde a la casa consistorial para clamar por sus puestos de trabajo tras el anuncio del cierre de la factoría. Ha sido una protesta muda, entre la serenidad y el sordo rencor de quien se ve traicionado, salpicada de decenas de miradas intranquilas que intentaban conjurar la amenaza del paro.
Lo que han conseguido, de momento, es el amparo institucional bajo la unanimidad de todos los grupos municipales, PSOE, PP e IU. Los representantes del comité de empresa, acompañados por medio centenar de trabajadores, entraban con calma en el salón de plenos, donde estaba prevista la votación unánime, como así fue, de la declaración institucional adoptada por la Mesa de Fundescop el pasado 20 de febrero. Los asistentes apenas pronunciaron una palabra mientras estuvieron en las instalaciones municipales, salvo el grito escrito de su pancarta de protesta, que dominaba el fondo del salón.
Tras la votación de la moción, el presidente del comité de empresa, Jesús Manchón, ha leído otro manifiesto, el mismo que ayer pronunció la pequeña Laura al cabo de la manifestación convocada por los trabajadores. Los aplausos fueron seguidos por la intervención de la alcaldesa, Mayte Fernández, quien, tras alabar el «tono de respeto» de los manifestantes, ofreció el apoyo de la corporación «para defender a Solaria y todo el tejido industrial de la ciudad». En este sentido advirtió de que su capacidad de acción es muy limitada, pero insistió en que el Ayuntamiento se agarrará «al más pequeño clavo» para defender los intereses de la plantilla.
El epílogo a su intervención fue un llamamiento a toda la sociedad para que apoye las movilizaciones en defensa del tejido industrial de Puertollano previstas por el propio comité de empresa y los sindicatos de clase.
Mientras tanto, fuera, en la plaza, el resto de la plantilla y sus familias parecían velar su incierto futuro. En las conversaciones se mezclaba el escepticismo por la gestión de sus gestores políticos y un resignado resentimiento ante la decisión de una empresa que, a juicio de muchos, y tal y como ocurriera con Silicio Solar, ha parasitado los recursos económicos y humanos de Puertollano hasta agotarlos por completo.
A su salida, Ramón Álvaro Oña, representante de CTI-CSI·F, se afanaba en explicar lo que había acaecido en el salón. Respondía a dudas sobre el cobro del salario pendiente, y explicaba los próximos movimientos de protesta a unos compañeros arremolinados bajo la mole del Ayuntamiento. La lucha aún no ha acabado, insistían los sindicalistas. Intentarán, hasta donde puedan, que esta no sea la última pelea por las renovables en este Puertollano crepuscular.
