Ciudad Real se cae a pedazos

Juan Fernando Ruiz Claver. Concejal del Grupo Municipal Socialista.- Si empezamos afrontando la realidad, en un ejercicio de sinceridad, tenemos que reconocer que el patrimonio cultural de Ciudad Real capital no es, ni de lejos, uno de los más nutridos cuantitativamente hablando, en lo que a edificaciones y monumentos artísticos e históricos se refiere.

O dicho de otro modo, nuestra capital no se encuentra, desafortunadamente, dentro del catálogo de primeras opciones de ciudades a visitar por su interés monumental o artístico.

Pero esto no quiere decir que lo poco o mucho que tengamos no sea digno de conservación y mantenimiento por parte de la Administración Pública competente, dada la relevancia y calidad artística que los define.

Y es el caso que en los últimos meses se han sucedido de forma continuada las noticias relativas al deterioro de algunos de los edificios patrimoniales más emblemáticos de nuestra capital.

Comenzó siendo la cornisa de la Basílica Catedral, sita en los Jardines del Prado, la que se desplomó a consecuencia de las lluvias producidas en esos días, tal y como aseguraban responsables y técnicos municipales.

Poco después, se desprendió parte de la cornisa de la Iglesia del Carmen, también al parecer, por cuestiones relacionadas con las inclemencias climatológicas.

Y en último término, se ha desprendido también parte de la cornisa del antiguo edificio del Ayuntamiento de la ciudad, en la esquina de la Plaza Mayor, en el edificio del Reloj Carillón, una vez más, como consecuencia de la adversa climatología.

Teniendo presente que con la entrada del otoño la probabilidad de lluvias, vientos, descenso de temperaturas, etc.… se manifiesta obvia año tras año, parece difícil atribuir a la casualidad que estos desperfectos hayan coincidido en tan breve espacio de tiempo.

Más bien parece que la dejadez que provocan las actuaciones negligentes de los responsables municipales, en algunos casos sumadas a las medidas de recorte presupuestario fruto de la nefasta gestión practicada por nuestra Alcaldesa Rosa Romero del dinero de nuestros ciudadanos, que siempre tiene como “patito feo o hermano pobre” a la cultura, son el autentico detonante de este desgaste patrimonial.

De poco sirven anuncios tan grandilocuentes como despilfarradores de mejora de terrenos en los jardines del Prado, para sustituir su “romántico” albero por baldosa y poner cámaras de vigilancia y control, si la Catedral que corona y ensalza dicho enclave, residencia habitual de nuestra Patrona, se desmorona por el paso del tiempo.

De poco sirve permanecer pendientes de la puntual cita del Reloj Carillón con sus personajes Cervantinos, si el edificio que lo sustenta, sede del antiguo Ayuntamiento de la capital, en plena Plaza Mayor, se desmorona por los costados…Por cierto será de agradecer finalmente la premonitoria actuación de quien en su día dispuso a su criterio en descolgar el ya famoso cuadro de La Inmaculada. Puede que intuyese que la desidia en la conservación de nuestros bienes culturales, podría cebarse algún día sobre el citado lienzo.

Puede que no sea responsabilidad directa del Consistorio capitalino el mantenimiento de todos los bienes patrimoniales de nuestra ciudad, sino solo de aquellos que conformen el patrimonio local adscrito al Ayuntamiento; pero sí es de derecho y ley exigir a nuestra Alcaldesa y a su equipo de gobierno que reclame a las instancias competentes la atención necesaria a la conservación del acervo cultural y patrimonial del que los que somos de aquí nos sentimos tan orgullosos.

No hará más de una semana que recibí gustoso y alagado la invitación de un gran amigo (casi familia en mi sentir), a la presentación de un libro que acababa de publicar, y que contaba entre otros con el apoyo del Ayuntamiento, (si, del mismo Ayuntamiento al que nos referimos…) en el que se dan a conocer de forma elegante y grafica numerosos enclaves de nuestra capital, de interés primordial para nuestra historia cotidiana; sitios por los que pasamos y pisamos diariamente, sin caer en la cuenta de su relevancia artística y cultural.

El libro destaca principalmente enclaves exteriores, lugares que se visitan durante un placentero paseo por la ciudad, (siempre que lo permitan los accidentales “pantanales” que en temporada de lluvias se forman en nuestras calles y plazas): fachadas, estatuas, blasones y escudos, parques y fuentes…

Solo deseo que el contenido de ese libro no quede obsoleto a pocos días de su nacimiento porque desaparezcan de él los enclaves patrimoniales que espléndidamente describe, como si de un tétrico libro mágico se tratase, de cuyas páginas se esfuman las fotografías al tiempo que se destruyen los originales.